"Desde que tenemos registros, nunca se ha visto al Atlántico Norte con una extensión tan grande de anomalías positivas en la temperatura superficial del agua". Las palabras son del meteorólogo González Alemán. Las dijo hace 15 días y lo cierto es que conforme avanzan los días (y las tendencias se refuerzan) no hacen sino confirmarse.
Vamos a una situación que no tiene precedentes documentados. Una situación que, sinceramente, no pinta bien.
2023 va de cara. A principios de año, el 16 de enero, ya contamos que se estaban registrando amagos de huracanes en el Atlántico. Aunque 2022 acabó el año con una temperatura superficial menor que la de 2021 (y 2023 mantuvo la tendencia estable las primeras semanas), las anomalías cálidas eran los suficientemente grandes como para que tormentas que otros años se hubieran quedado en nada, crecieran hasta quedarse a las puertas de convertirse en un huracán.
Desde entonces, la temperatura de la superficie del Atlántico norte no ha hecho más que subir y ha dejado los (ya muy cálidos) tres años anteriores en una anécdota. No hemos llegado a la peor época del año y cada semana que pasa el océano nos sorprende con un nuevo récord de temperatura.
¿Por qué es un problema? Hay muchos motivos por los que esto es una pésima noticia. El más directo es el impacto del agua más caliente de lo normal en los ecosistemas marinos. El ejemplo más directo es el coral. En los últimos diez años, la temperatura creciente del mar ha causado la desaparición de 11.700 km2 y esto es solo uno de los 'daños' más visibles de un problema que, para una de las potencias pesqueras del mundo, es bastante más que anecdótico.
Pero más allá de ello, hay un problema más: que 'agua más caliente' significa 'más energía' para que fenómenos meteorológicos se aprovechen de ella. Esto, como vimos a finales de 2022 en el Mediterráneo, no tiene por qué ser un problema: da igual que haya 'más energía' disponible si no se originan sistemas atmosféricos que puedan aprovecharlo.
Algo raro pasa en el Atlántico. No obstante, no vivimos tiempos normales: el año pasado vimos como los huracanes estaban aprendiendo el camino a España y, aunque es muy difícil saber si esta tendencia seguirá activa, no hay duda que el calor de todo el eje marítimo que va de la Península a Canarias (y más allá) está generando numerosos fenómenos extrañísimos que no habíamos visto antes.
¿Y qué pasará con El Niño? Esa es la gran pregunta. En el gráfico posterior, Leon Simons ha usado varios años (2015 y 1997) para estimar cuál podría ser ele efecto de El Niño en la temperatura del Atlántico norte. El resultado, por decirlo de alguna manera, es demoledor.
Incertidumbres que se van a hacer realidades. El lado positivo es que el Niño, tradicionalmente, favorece los ciclones tropicales en el Pacífico, pero le hace la vida más difícil a los huracanes del Atlántico. La clave de la frase anterior es "tradicionalmente": como dice el propio González Alemán, “los océanos han entrado en un territorio desconocido”.
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Imagen | Climate Reanalyzer
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