Las últimas estimaciones sitúan en un 60% la probabilidad de que esta tormenta se convierta en Debby
La tregua que el océano Atlántico nos había dado en lo que a formación ciclones se refiere podría estar a punto de terminar. La combinación entre una onda tropical y una región de perturbaciones meteorológicas podría dar lugar al próximo ciclón de la temporada, que recibiría el nombre de Debby.
Una extraña combinación. La agencia meteorológica estadounidense, la NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration), lleva varios días siguiendo la posible formación de una tormenta tropical en el Atlántico norte. Si este sistema avanza hasta este punto se convertirá en la cuarta tormenta nombrada en la temporada Atlántica de huracanes, la sexta si tenemos también en cuenta las tormentas en el Pacífico oriental.
Este sistema consta de dos elementos. Por una parte, tenemos una onda tropical, ubicada a varios cientos de millas náuticas al oeste de las Antillas menores. Esta onda avanza en dirección oeste, hacia las Antillas mayores.
Ahí podría encontrarse con un área de bajas presiones ubicada sobre el archipiélago y que se extiende sobre Bahamas y Florida. Este encuentro podría contribuir a la formación de un ciclón de cierta relevancia. Al menos la suficiente como para convertirse en una tormenta nombrada.
¿Debby? Si evolución se da, el nombre que recibiría sería Debby, el nombre asignado hace unos meses a la cuarta tormenta nombrada de la temporada atlántica de huracanes de 2024. Debby sucedería así a la tormenta tropical Chris y al huracán Beryl.
Aumentan las probabilidades. Ayer la probabilidad que la NOAA asignaba a esta evolución era del 50% en 7 días, es decir: la agencia estimaba de que había una probabilidad entre 2 de que esta tormenta evolucionara hasta convertirse en Debby a lo largo de esta semana. Hoy la agencia ha elevado esta probabilidad al 60%.
Lo que no ha cambiado por ahora son las probabilidades de formación en 48 horas: la NOAA no cree que la tormenta evolucione en los próximos dos días.
Una temporada intensa. La temporada atlántica de huracanes comenzó de forma irregular. Tras casi un mes en el que tan solo una tormenta acumuló fuerza suficiente como para ser nombrada (Alberto), a finales de junio llegó Beryl, el huracán de categoría 5 más precoz del que se tienen registros. Después de Beryl llegó otra tormenta menor, Chris y tras ello una calma que se ha prolongado hasta finales de julio.
Conviene no confiarse por esta calma, ya que los meteorólogos llevan semanas augurando una temporada intensa de huracanes en base a dos motivos. El primero, las temperaturas del océano. Desde la primavera de 2023 las temperaturas oceánicas han ido batiendo récords día tras día.
Aunque la tendencia al alza se ha parado y pese a que el incremento en las temperaturas es algo menos marcado en el Atlántico norte, el calor acumulado por las aguas del océano es notorio. A más calor, más energía que este tipo de ciclones pueden absorber de los mares.
No solo cambio climático. A esta situación cabe añadir la probable llegada de La Niña. Según las últimas estimaciones, la fase fría de la Oscilación del Sur de El Niño podría recoger el testigo entre agosto y septiembre. El fenómeno de El Niño se vincula con un océano Pacífico más cálido y propenso a los huracanes.
En cambio, durante los eventos de La Niña el Atlántico toma el relevo. La combinación de estos dos factores es motivo suficiente para prepararse para una temporada intensa, especialmente durante la segunda mitad de esta.
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Imagen | NHC
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