Nueva Gales del Sur y Queensland están en llamas. A lo largo de una franja de más de 1.000 kilómetros en la costa este de Australia, la subida de la temperatura, el ambiente seco y los fuertes vientos han provocado más de medio centenar de incendios (30 de ellos fuera de control). Las imágenes son demoledores.
Y cuando el fuego llama a tu puerta, lo que solemos hacer todos (aquí o en las antípodas) es mirar al cielo. El problema es que no llueve. Literalmente. Ayer, por primera vez desde que tenemos registros, no cayó ni una gota de agua en todo el territorio continental de Australia. Ni una sola.
La lluvia se ha olvidado de la gran isla continental
Australia tiene 7,6 millones de kilómetros cuadrados y, aunque estamos acostumbrados a las imágenes de los larguísimos desiertos rojizos, es rarísimo que, de una forma u otra, los vientos del Índico y el Pacífico no lleven sus borrascas hasta la isla más grande del mundo.
De hecho, como ha explicado el portavoz de la Oficina de Meteorología de Australia, "nuestro equipo no puede identificar exhaustivamente un día en nuestros registros donde no haya llovido en algún lugar de Australia continental".
Y, mientras tanto, el incendio avanza y más de 3.000 bomberos tratan de impedir que el fuego cerque la ciudad de Sidney. Lamentablemente, el problema va más allá de lo coyuntural, es sistémico. En lo que llevamos de 2019, distintos incendios ya han calcinado una superficie similar a la Comunidad de Madrid y dibujan una tendencia cada vez más preocupante en la que cada año parece peor que el anterior.
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