Tras talar árboles, cerrar baños en gimnasios o reducir el caudal de los ríos al mínimo, le toca al grifo de casa
Con el paso de los días, Cataluña se está convirtiendo en un fuente inagotable de medidas desesperadas para conseguir que los embalses no lleguen a cero. Desde prohibir ducharse en los gimnasios a cortar árboles en las cuencas de los ríos, pasando por comprar contenedores de agua al otro lado de la frontera.
Ahora el Área Metropolitana de Barcelona ha decidido cortar por lo sano y, a partir del 11 de marzo, va a reducir la presión del agua de los grifos de siete municipios de la zona.
90.000 personas. En total, serán unas 90.000 personas las que notarán el descenso de la presión y esto no deja de ser curioso. Al fin y al cabo, son casi 6 millones de personas las que viven dentro de los límites de la zona en alerta por sequía. ¿Por qué esos siete municipios?
Según ha podido indagar el Periódico de Cataluña, el motivo fundamental es el estado de la red. En la mayor parte de esos municipios las fugas están al orden del día o sus sistemas de distribución tienen averías "difíciles de detectar y reparar". Según parece, estos municipios son los que acumulan un mayor descuadre entre lo que marcan los contadores y lo que se consume realmente.
Un problema generalizado en todo el país. No puede sorprender a nadie, claro. En España, se estima que cada año se pierden 700.000 litros de agua potable por fugas y averías. Es decir, el consumo doméstico de 14 millones de personas. En RTVE, ponían como ejemplo una fuga en Badalona que estuvo más de 17 años perdiendo dos litros de agua por segundo.
Si lo pensamos un momento es trágico. Pese a haber sufrido sequías enormes y sabiendo que la situación solo puede ir a peor, España sigue suspendiendo en lo que actualizar su red de distribución se refiere. Y, claro, solo nos acordamos del problema cuando la coyuntura se vuelve crítica.
Las barbas del vecino. Teniendo estos antecedentes en mente, todo el mundo sabe que la AMB irá ampliando la medida progresivamente. Lo que no se tiene en cuenta generalmente es que este movimiento (reducir la presión al mínimo que permite el reglamento) se va a notar relativamente poco. Las viviendas con más afectación serían los pisos altos y la mayor parte de los municipios afectados no tienen alturas demasiado problemáticas. En Begues, por ejemplo, "cerca del 70% de viviendas son casas familiares o plurifamiliares con jardín -y, una parte, con piscina".
Lo realmente preocupante es lo que vendrá después si la situación no mejora. Y no, no está mejorando. En los próximos meses, veremos cortes de agua cada vez más generalizados y presiones en mínimos históricos. Por mucha agua que traiga la Generalitat en barco, el sistema Ter-Llobregat está en quiebra hídrica.
Las medidas no se quedan ahí. Porque, además, el equipo de la AMB ha identificado a 24.000 abonados que consumen más de 200 litros por habitante/día y van a escribirles una carta para pedirles que reduzcan su consumo y recordarles que no se pueden llenar piscina, regar jardines o lavar vehículos mientras esté activa la alarma.
En el fondo, como vimos en otras ocasiones, la sequía es de tal entidad que está obligando a las administraciones a tomar las decisiones que no se habían atrevido a tomar hasta ahora. No sería mala noticia, si las medidas se quedaran con nosotros.
Pero desde hace más de 30 años, nunca ha sido así. Como explicaban en Datadista, "desde la profunda sequía de los años noventa, cada periodo seco ha servido para implantar medidas de emergencia [...] o permitir prácticas que no se eliminaron al volver las lluvias, se emplearon para ampliar regadíos, aumentando el problema de sobreexplotación y contaminación de acuíferos y los humedales a los que alimentan". Esperemos que esta vez no volver a la casilla de salida.
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