La sequía no solo es un drama medioambiental, también es económico. A Cataluña le va a costar 2.400 millones de euros

Cataluña declarará la emergencia por sequía en 202 municipios con más de seis millones de habitantes

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Piscinas vacías, campos de fútbol sin regar, mucha agua reciclada y grifos con presión reducida. La mañana del 1 de febrero más de seis millones de personas se van a levantar en "emergencia por sequía". Para 202 municipios de la región de Barcelona y Girona empieza el verano más largo que se recuerda.

La Cataluña interior, en quiebra hídrica. A nivel hídrico, Cataluña son dos mundos distintos. Buena parte de ella (y muy especialmente amplias regiones de Lleida y Tarragona) se nutren del Ebro. Un Ebro que, pese a los problemas de los últimos años, sigue siendo el río más caudaloso del país. Por poner un ejemplo, el pantano aragonés de Menquineza, aguas arriba, está al 80% de capacidad.

El otro mundo son las cuencas interiores, lo que se conoce como sistema Ter-Llobregat. Los pantanos que abastecen al área de Barcelona y Girona están al 16,3% de su capacidad. Esta semana, sin ir más lejos, los embalses del sistema acaban de cruzar el umbral de alerta y tienen, en total, menos de 99,89 hectómetros cúbicos acumulados.

Parches, parches y más parches. Tras 39 meses consecutivos de sequía meteorológica y más de dos años de temperaturas récords, la situación es crítica y no solo por la falta de agua, también por falta de infraestructuras.

Pero las soluciones que hay encima de la mesa son temporales, limitadas y logísiticamente complejas. El ejemplo más evidente es el plan de la Generalitat para llevar cientos de miles de litros de agua desde Tarragona y Marsella al área metropolitana de Barcelona: es un parche en un sistema que ha dejado de funcionar.

"Empezar a pensar cen cómo reciclar cada gota -- indefinidamente". Lo reconocía el propio David Mascort, el consejero de Acción Climática, Alimentación y Agenda rural: "los barcos no van a resolver el problema de la sequía, solo son una solución para proveer agua a infraestructuras críticas en casos extremos".

Y es que en un contexto en el que el Mediterráneo se calienta un 20% más rápido que la media mundial y la sequía se ha vuelto estructural, se necesitan un plan de enorme envergadura para asegurar que el Ter-Llobregat y sus seis millones de habitantes puede sobrevivir a la falta de lluvia.

Y eso vale dinero. 2.400 millones de euros según los planes de la Generalitat en los próximos tres años para conseguir que, de aquí al final de la década, lo que no cae del cielo pueda suplirse a base de reservas subterráneas, agua reciclada y desalinización. No es un reto fácil.

Para dimensionarlo, basta con tener en cuenta que Barcelona ya cuenta con una de las plantas de desalinización más grandes del país. Una con capacidad para producir 53 piscinas olímpicas de agua potable al día (la mitad de las necesidades diarias de la ciudad).  Pues bien, el Govern catalán tendrá que ampliar otra de sus plantas y construir una tercera. Y pese a todo, no será suficiente.

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Un mundo nuevo para el que no estamos preparados. Han sido diez años sorprendentemente duros para el sistema hídrico de todo el país: cada año es peor que el anterior y eso está provocando daños enormes en nuestra economía, en nuestra salud y en nuestra sociedad. Pero lo peor no es eso, lo peor es que muchos administraciones aún no ven el problema.

Hay una frase de las declaraciones del consejero Mascort que deja claro que no estamos preparado ni siquiera mentalmente. "Debemos dejar de pensar en el agua como un recurso infinito", decía y es todo un baño de realidad. Si hoy por hoy, las administración aún piensan en el agua como un recurso infinito tenemos un problema más grande del que pensábamos.

Imagen | Pantà de Sau (GTRES - Simone Boccaccio/SOPA Images/Shutterstock)

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