Las ciudades modernas se han convertido en auténticos "faros". Para miles de aves es un problema

Filadelfia estrenó abril de 2021 con una estampa curiosa. El edificio Liberty Place o las torres Comcast, entre otros rascacielos icónicos de la ciudad, se "apagaron" a la vez entre media noche y las seis de la mañana. Ocurrió la madrugada del día 1, la del 2, se repitió el 3 y 4... No se debía a un fallo eléctrico, ni a un ataque. Lo que ocurría estaba en el marco de "Lights Out Philly", un programa que se extendió hasta finales de mayo y buscaba apagar o atenuar los focos de luz más potentes del skyline filadelfiano. Iniciativas similares han adoptado en otras urbes, como Nueva York.

El objetivo es siempre el mismo: evitar que las ciudades actúen como "faros" que desorientan a los pájaros durante sus vuelos migratorios y acaben convertidas en trampas mortales.

Las ciudades, "faros" peligrosos para los pájaros. Si los faros se crearon para guiar a los marineros y evitarles peligros en la costa, las ciudades actúan exactamente de la forma contraria con las aves. La contaminación lumínica de las grandes metrópolis puede desorientarlas por las noches, mientras migran de una región a otra, y ponerlas en aprietos. Los expertos llevan tiempo estudiando el fenómeno. En 2018 un equipo de la Universidad de Delaware (UD) publicó un estudio en el que alerta de cómo las luces atraen a las aves a las áreas urbanas y el riesgo que eso supone.

Igual que las polillas a las farolas. "Creemos que la luz artificial podría ser un mecanismo de atracción porque sabemos que, a una escala muy pequeña, las aves se sienten atraídas por la luz", comentaba uno de los investigadores de Delaware: "Al igual que los insectos se sienten atraídos por las farolas de noche, las aves también se sienten atraídas por lugares como los faros". Dado que la mayoría de las aves que migran en EEUU se desplazan de noche, el dato es preocupante.

Tras analizar la distribución de los pájaros en los alrededores de los núcleos más luminosos del noreste de EEUU, como Nueva York, Washington o Boston, los científicos se encontraron con "una densidad creciente de aves a medida que te acercas a estas ciudades". "El efecto se extiende a unos 200 kilómetros. Estimamos que estas aves voladoras pueden ver una ciudad en el horizonte a varios cientos de kilómetros de distancia", explicaba el profesor Jeff Buler a la web Phys.org.

Cada vez más interesadas en las ciudades. Hace solo unas semanas la BBC mostraba cómo algunas especies de aves migratorias se sienten cada vez más atraídas por las grandes urbes. En concreto señala el caso de los zorzales de Swainson y sus "escalas sorprendentemente largas" en Montreal y sus alrededores durante sus migraciones hacia las tierras de América del Sur. Entre los factores que podrían atraerlos estarían las luces o la posibilidad de alimentarse y reponer fuerzas durante las exigentes travesías. Hay aves que incluso mudan antes de seguir su recorrido.

Un peligro con cifras mayúsculas. El problema no es menor. Los investigadores también han descubierto que solo en Estados Unidos mueren cada año cientos de miles de aves al estrellarse contra edificios. Un estudio de 2014 deja el cálculo entre 365 y 988 millones, pero hay estimaciones que manejan una horquilla incluso más amplia. En octubre de 2020 en el centro de Filadelfia llegaron a recogerse entre 1.000 y 1.500 cadáveres de pájaros en una sola noche nublada. Los expertos calculan que solo Nueva York, la gran urbe de los rascacielos, se cobra, cada año, 200.000.

Más allá de las colisiones contra edificios. Los choques contra fachadas o ventanas no son sin embargo los únicos peligros que afrontan los pájaros en las ciudades, espacios con un intenso flujo de tráfico y otras amenazas potenciales. "Una de las cuestiones que señalamos en el estudio es que podría haber consecuencias negativas para las aves que se sienten atraídas por las áreas urbanas. Sabemos que existe el riesgo de colisión con edificios, colisión con vehículos y ser devorados por gatos, que son un depredador importante ”, comenta el investigador de Delaware.

Buler recuerda que probablemente los gatos representan "la mayor fuente antropogénica de mortalidad para las aves" y advierte del riesgo de que los pájaros acaben viéndose atraídos durante sus migraciones a las ciudades. "Si están siendo atraídas a estas áreas fuertemente desarrolladas, puede estar aumentando su riesgo de mortalidad por fuentes humanas y también que los recursos en esos hábitats se vayan a agotar mucho más rápido debido a la competencia con otras aves".

Amenazas... y oportunidades. El experto apunta que el problema podría agravarse con la expansión de las luces LED, más brillantes que las incandescentes. "La transición sigue aumentando la cantidad de contaminación lumínica", lamenta Buler antes de recordar que las aves, los mamíferos e insectos llevan menos de dos siglos expuestas a la polución generada por los humanos.

No todo son malas noticias, claro. Iniciativas como "Lights Out Philly" demuestran que cada vez hay una mayor conciencia y el problema sería relativamente fácil de paliar. Un estudio publicado en 2021 muestra que McCormick Place, en Chicago, podría reducir un 59% la mortalidad de las aves con un gesto tan sencillo como apagar la mitad de las luces durante las temporadas de migración. En los últimos años se ha experimentado también con soluciones alternativas, como faros acústicos.

Las ciudades no tienen por qué ser una amenaza: El estudio sobre los zorzales de Swainson o sobre currucas en Morelia, en el centro de México, muestran que las ciudades no tienen por qué ser solo entornos hostiles y peligrosos para las aves. Con una buena planificación, los árboles y zonas verdes podrían ayudar a las que decidan recalar en las áreas urbanas durante sus migraciones.

Los expertos advierten, en cualquier caso, del riesgo de que las áreas urbanas acaben representando "trampas ecológicas", espacios que atraen a los pájaros pero que, en realidad, no pueden ofrecerles todos los recursos que necesitan, por ejemplo, cuando se reproducen.

Imágenes Jose Vidal Velar (Unsplash) y Brandon Green (Unsplash)

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