Vivimos en un mundo extraño en el que la idea de colapso global ha dejado de ser un argumento de ciencia ficción para colarse en las conversaciones de sobremesa: en los últimos meses ha sido el debilitamiento de la Corriente del Golfo lo que hemos estado discutiendo, pero los climatólogos siempre han sabido que ese era solo el principio.
El planeta está lleno de sistemas parecidos a la AMOC, sistemas que organizan las regiones
Ahora, además, tienen pruebas.
"Un futuro sombrío". Porque un nuevo estudio publicado en Nature por un equipo internacional coordinado por el Potsdam Institute for Climate Impact Research vuelve a poner encima de la mesa los problemas de los principales sistemas climáticos del planeta.
Problemas que se derivan de algo bien conocido: las emisiones de gases de efecto invernadero. Así empiezan, de hecho, los investigadores con el temor de que, con la tendencias actuales, se sobrepase el límite de París (el famoso 1,5 ºC). Y digo "temor" porque, queramos o no, cruza de forma persistentemente esa línea tiene consecuencias a largo plazo.
Caminando hacia el precipicio. Utilizando un modelo estilizado de los sistemas terrestres, la primera gran conclusión del trabajo es que, no producirse cambios significativos, el riesgo de que el planeta sobrepase el punto de inflexión antes de 2300 sería del 45%. Ese, no obstante, sería el mejor de los casos.
Es decir, en caso de que nos quedáramos en torno al grado y medio (o por debajo de esa temperatura). Sin embargo, según los modelos,las probabilidades aumentan con cada 0,1 ºc por encima del límite de París y se "aceleran fuertemente" por encima de los 2 ºC.
Pero ¿qué significa todo esto? Las consecuencias para Europa (y el resto de zonas afectadas por la AMOC) son conocidas y muy reseñables: desde el "enfriamiento generalizado en todo el Atlántico norte y hemisferio norte en general" (es decir, la temperatura en Europa bajaría varios grados) hasta "grandes cambios en la precipitación en los trópicos con un desplazamiento hacia el sur de la Zona de Convergencia Intertropical Atlántica".
Esto conllevaría un "fortalecimiento de las borrascas de invierno, con más y más potentes ciclogénesis explosivas que afectan a Europa" y una "mayor proporción de precipitaciones cayendo en forma de nieve en toda Europa" ( y "un aumento en el número de meses con una capa de nieve significativa"). Es decir, "fuertes disminuciones de la vegetación y la productividad de los cultivos" en el continente como respuesta al enfriamiento y la disminución del agua disponible.
Pero aquí no hablamos solo sobre la Corriente del Golfo, hablamos de sistemas similares que se reparten por todo el mundo. Y las consecuencias son igualmente enormes: desde el probable derretimiento de los casquetes polares (con la consecuente subida del nivel del mar) a la transformación de las selvas amazónicas en sabanas secas.
¿En qué situaciones estamos? En la misma que antes. Este trabajo ahonda en una idea que ya teníamos: que los cambios globales van a ser muy intensos y que precisamente eso complica saber qué va a pasar, dónde y cómo. No obstante, como digo, esto lo sabíamos.
Como también sabemos que la única forma de controlar esto es limitando las emisiones. El problema es que no tenemos ningún escenario realista que nos asegure un futuro "seguro". Y, pese a que el activismo crece (incluso con medios 'violentos'), Europa ha echado el freno y el mundo parece que va en otra dirección.
Imagen | Armin Vogel
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