Hacía un frío de mil demonios. Sabían que iba a hacer frío porque, desde el principio, la expedición de Borchgrevink estaba concebida para pasar, por primera vez, el invierno en la Antártida. Pero, creedme, que nadie de la tripulación de Southern Cross sabía que iban a pasar tanto.
Cuando el 17 de febrero de 1899, el Southern Cross llegó al cabo Adare todo parecía en orden. Según los cálculos de Borchgrevick, aquella zona estaría resguardada de lo peor del invierno, pero no fue así: los expedicionarios estuvieron meses en constante peligro de congelación. Y fue precisamente allí, la primera vez que nos atrevimos con la fiereza de la noche antártica, cuando descubrimos el mayor enemigo que habita en el continente: el fuego.
La chispa de la muerte
Sí, sí, el fuego. En el caso de la expedición de Borchgrevick hay distintas versiones, pero parece que una vela mal apagada prendió un colchón y, con él, una de las cabañas. Un accidente que estuvo a punto de acabar con la vida de diez personas y que fue solo el primero de una larga lista.
Puede parecer contraintuitivo porque no estamos acostumbrados a pensarlo, pero la mayor amenaza en la Antártida es el fuego
Y es que el fuego es una de las mayores amenazas en el continente helado: el clima extremadamente seco, la falta de agua líquida o las rachas de viento constantes son factores críticos ante un incendio.
Y si a ello le añadimos el aislamiento y la complejidad de cualquier rescate, el fuego se convierte, casi automáticamente, en un problema de primera magnitud: si se sobrevive al incendio, aún queda sobrevivir a semanas de frío a la intemperie.
Si algo está claro es que allí se cumple a la perfección lo que decía una de las mayores expertas en incendios del mundo, la piróloga Melisandre del Instituto Tecnológico de Asshai, "la noche es oscura y alberga horrores".
Bomberos en la Antártida
Evidentemente, estamos hablando de un riesgo 'humano'. Al fin y al cabo, no hay incendios forestales en la Antártida. Básicamente porque no hay nada que quemar: el 98% del territorio está cubierto permanentemente de nieve y la mayor parte del 2% que queda es roca desnuda.
Y la realidad es que los incendios son más habituales de lo que pudiéramos pensar
Aunque quemáramos toda la flora endémica del continente, no tendríamos ni para empezar. En cambio, en las bases el peligro es permanente: los descuidos pueden ser fatales. Y de hecho, lo son. Incluso en bases como las actuales, diseñadas específicamente para evitar estos problemas.
En 2014, la base antártica brasileña sufrió un incendio durante el abastecimiento de combustible y el responsable fue condenado por ello. Este es el último caso, pero los incendios ocurren más de lo que esperaríamos.
Es lo que explica que la base norteamericana de McMurdo (una ciudad en miniatura) tenga su propio cuerpo de bomberos; pero también que las bases se compongan de varios módulos separados. Es más incómodo, pero minimiza el riesgo de incendio. Y, visto lo visto, más vale estar un poco incómodos.
Imágenes | AlternativePath
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