En el mundo humano, la velocidad está asociada a lo pequeño, a lo grácil, a lo aerodinámico. Pero en el mundo de los insectos las cosas funcionan de otra manera. La rapidez con la que vuela un insecto generalmente depende de su tamaño, sí: pero curiosamente cuanto más grande es el insecto, más rápido vuela. Por eso este diminuto escarabajo volador descoloca tanto a los entomólogos: puede alcanzar velocidades propias de insectos tres veces más grandes que él y ahora sabemos por qué.
El insecto más rápido de la ciudad. Esa relación entre tamaño y velocidad es bastante conocida. De hecho, se debe a una cuestión puramente aerodinámica: a diferencia de lo que escurre a dimensiones humanas, la fricción del aire generalmente supera la potencia de vuelo cuando nos vamos a escalas muy pequeñas. Por eso, los insectos necesitan crecer en tamaño para poder desarrollar una potencia que venza esa fricción. Algunos insectos, en realidad.
Os presento al Paratuposa placentis. El escarabajo de alas emplumadas es uno de los insectos más pequeños del mundo: mide menos de medio milímetro (395 μm) y, como digo, puede volar a velocidades similares a las que alcanzan insectos que son tres veces más grandes. Este rendimiento de vuelo ha intrigado a los entomógolos durante mucho tiempo porque reflejaba que no comprendíamos bien la loquísima carrera de miniaturización en la que dichos escarabajos se habían metido estos insectos.
Una forma de volar nueva. Alexey Polilov y su equipo ha combinado reconstrucciones en 3D de la estructura y el movimiento de las alas de P. placentis para tratar de ver qué era lo que ocurrí con él. Sus conclusiones son que este escarabajo no solo tiene alas erizadas que son más livianas que las alas membranosas de tamaño equivalente, sino que también estas alas se mueven de una manera previamente desconocida.
Aquí van algunos ejemplos visuales:
Lecciones para la microrrobótica. Como podemos ver en los vídeos, el P. placentis tiene un ciclo de aleteo de dos medios golpes de potencia que producen una gran fuerza hacia arriba, seguido de dos lentos golpes de recuperación que producen una fuerza hacia abajo más pequeña. Por otro lado, los élitros (alas delanteras endurecidas) funcionan como frenos para detener las oscilaciones excesivas que los ciclos de aleteos pueden generar.
Estas adaptaciones podrían explicar cómo los diminutos insectos han conservado un rendimiento de vuelo tan excelente durante su proceso de miniaturización; pero, además, pueden darnos claves muy interesantes a la hora de diseñara nuevas generaciones de drones cada vez más pequeños.
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