Entre cinco y diez grados por debajo de lo normal en esta época: eso es lo que nos espera en los próximos días, cuando el invierno invada noviembre unas semanas antes de lo que viene siendo habitual. Y es que nos enfrentamos a lo que la Agencia Estatal de Meteorología llama una 'vaguada polar'; un término que vamos a escuchar mucho esta semana y que, en la progresiva tendencia a utilizar términos técnicos al hablar de fenómenos atmosféricos, merece la pena que expliquemos.
Lo que sabemos "vaguada polar", en dos minutos
La explicación, de hecho, es sencilla y nos la da la propia AEMET: cuando hablamos de vaguada, por el paralelismo geográfico, hablamos de una "región de la atmósfera en la cual la presión es baja con respecto a las regiones próximas en el mismo nivel". En el mapa de isobaras, dibuja una muy característica V, "cuya concavidad está dirigida a las bajas presiones". A diferencia de las grandes regiones que estamos acostumbrados a ver en los mapas del tiempo, se trata de una "lengua" de bajas presiones que barre una zona del planeta de un lado a otro.
En concreto, las vaguadas polares se suelen mover de oeste a este y van acompañadas por una abundante nubosidad a todos los niveles. O sea, por aterrizarlo a niveles prácticos: que tras unos días de lluvia copiosa, estamos en plena ola de frío polar que bajará las cotas de nieve a los 900 metros.
En muchas zonas del centro del país, las mínimas pueden llegar a irse a números negativos. Si esto lo sumamos a que, como señalan desde Meteored, la vaguada polar "tenderá a aislar a una DANA para la segunda parte de la semana y, en especial, para el fin de semana" provocando que en su "desplazamiento hacia el sur y suroeste" se ocasionen "precipitaciones abundantes [sobre todo] en zonas del Mediterráneo occidental". Llegando a transformarse en nieve en zonas como Sierra Nevada y la Cordillera Penibética.
DANA, ciclogénesis explosiva, vaguada polar...
De un tiempo a esta parte, el debate público en torno a la meteorología se ha ido volviendo cada vez más técnico. En parte, no tiene sentido negarlo, se debe a la prensa y la tendencia de muchos medios a utilizar términos complejos en una búsqueda de una mayor atención pública. Por otro lado, vivimos un proceso análogo a otras ramas del periodismo científico: como hemos visto con la crisis del coronavirus, los términos técnicos abundan en la comunicación de lo que va pasando.
La duda, como señalaba Emilio rey hace algunos años, es si esa "tecnificación" de la comunicación meteorológica es útil o es espectacular. Porque que el hecho de que hayamos empezado a oír hablar de 'DANAs' en lugar de 'Gotas Frías' o la llegada a nuestras vidas de la "ciclogénesis explosivas" es una buena noticia en términos de precisión, sí. Sin embargo, ¿hasta qué punto lo que ganamos en precisión lo perdemos en eficacia comunicativa frente al gran público? ¿Hasta qué punto corremos el riesgo de que las noticias meteorológicas pierdan eficacia si usamos la jerga para generar expectación? Son preguntas que hay que empezar a responder ahora que todo parece indicar que tendremos más fenómenos extremos.
Imagen | Jotaka
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