Algunas especies exóticas pueden aportar un beneficio a los ecosistemas
Los expertos dudan de que este crustáceo represente una de ellas
Es frecuente que oigamos hablar de las numerosas especies exóticas invasoras de animales y plantas (incluso hongos) que amenazan nuestros ecosistemas. Desde las cañas que vemos en las riberas fluviales al siluro, la lista pasa también con crustáceos e incluso mamíferos.
Raras veces hablamos de otras especies introducidas por el ser humano en nuestros ecosistemas que no son consideradas como invasoras. Algunas incluso son bienvenidas por las autoridades encargadas de proteger estos ecosistemas.
Probablemente el mejor ejemplo que tengamos a mano es el del cangrejo de río italiano (Austropotamobius fulcisianus).
Miguel Clavero Pineda es un experto de la Estación Científica del Doñana y ha estudiado a fondo esta especie introducida en el siglo XVI en la Península. Nada menos que por el monarca gobernante: Felipe II.
En un artículo reciente para The Convesation, Clavero Pineda hace un repaso de la historia de esta especie en España, desde su introducción hasta el siglo XX. Una historia en la cual el cangrejo italiano ha estado lejos de ser considerado una amenaza para nuestros ecosistemas. Más bien al contrario: el cangrejo italiano ha gozado durante muchos años del beneplácito y la protección de las autoridades.
Fue en el siglo XX cuando la pesca de río se convirtió en una actividad económica objeto de la promoción por parte del Estado. En este marco se dieron diversas sueltas de esta y otras especies fluviales.
Curiosamente, explica Clavero Pineda, este tipo de actuaciones serían las que pusieron coto a la expansión de esta especie por la Península. El motivo: la llegada a mediados de la década de 1970 del cangrejo rojo americano (Procambarus clarkii).
Pero el artículo Clavero Pineda es más que un mero repaso de la historia de este crustáceo: en él habla también de las implicaciones del amparo que ha recibido la especie. El experto señala que proteger a una especie introducida representa un importante coste de oportunidad: gastar nuestros esfuerzos en su conservación implica tener menos recursos para especies autóctonas que también requieran esta cobertura.
La difícil coexistencia entre esta especie y el cangrejo rojo supone otro problema para el experto. Las sueltas de este cangrejo suelen realizarse aprovechando tramos que el cangrejo rojo aún no haya ocupado. Tal y como explica Clavero Pineda, la conservación de especies como el desmán ibérico o algunas sanguijuelas puede verse amenazada por estas sueltas.
Invasoras o no
La historia del cangrejo italiano tiene algunos paralelismos con la de otras especies introducidas pero no consideradas como una amenaza por las autoridades: los eucaliptos. Originarios de Oceanía, los árboles del género Eucalyptus fueron introducidos en España a mediados del siglo XIX y se han convertido en una de las plantas más polémicas de toda la península.
El movimiento para incluir a los eucaliptos en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras ha ido ganando tracción durante los últimos años pero la respuesta hoy por hoy es un rotundo “no”. El motivo esgrimido en 2018 fue que esta era una especie controlada y adaptada a su entorno. Además de tratarse de una fuente de ingresos para quienes la cultivan.
Esto no quiere decir que todas las especies introducidas resulten nocivas. Existen casos de mayor consenso en los que estas especies generan una aportación neta positiva a su nuevo entorno. En otro artículo para The Conversation, Heather Kharouba y Stephanie A. Rivest, de la Unviersidad de Ottawa, hacían una recopilación de casos de introducciones de especies cuya introducción se había saldado con beneficios en el ecosistema.
Las autoras citan, por ejemplo, el caso de la relación observada en la isla de Vancouver entre las mariposas nativas y algunas flores introducidas. Ante la escasez de alimento en verano, cuando las flores nativas escasean, las mariposas recurrían al néctar de las flores introducidas.
Kharouba y Rivest también ponen el ejemplo del rascón de Ridgway (Rallus obsoletus), una especie nativa de la costa oeste de Norteamérica. La introducción de una planta foránea, Sporobolus alterniflorus, también ha ayudado a la subsistencia de esta ave, en este caso no por servirle de alimento sino de refugio: estos pájaros aprovechan estas hierbas para construir nidos y protegerse de depredadores.
Hay más ejemplos. En otro artículo, este en Scientific American, Samuel B. Case, de la Universidad de Wyoming, señalaba otra relación entre aves y plantas, esta en Hawaii. En este caso, la desaparición de las aves autóctonas había dejado un vacío en el ecosistema ya que las plantas autóctonas necesitaban de estos animales para repartir sus semillas. La introducción de aves exóticas selló ese vacío, ayudando a las plantas autóctonas a reproducirse durante las siguientes generaciones.
Lo apropiado o inapropiado de la introducción de una especie externa en un ecosistema es algo que solo puede estudiarse caso por caso y, lo que quizás es aún peor, el conjunto de sus implicaciones solo puede conocerse a posteriori. Es por eso que el principio de precaución sea la senda lógica en estos casos. Más aún en contextos donde existen especies o ecosistemas enteros en situación de vulnerabilidad.
Imagen | Stilleven met vis, por Clara Peeters. Cuadro que muestra algunas de las especies introducidas por Felipe II.
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