Tomamos prestada la expresión al portavoz de la Plataforma de Defensa del Tajo, Miguel Ángel Sánchez, que hace unos días explicaba en The Guardian la situación del río más largo de España: "el río se ha colapsado a través de una combinación de cambio climático, transferencia de agua y los residuos que produce Madrid".
El Tajo está mal. En situación crítica, de hecho. Pero no es un hecho aislado, toda la Península está en situación de emergencia y el mismo Mariano Rajoy ha declarado que lo primero que lee cada mañana es el informe de situación de los embalses españoles. ¿Estamos preparados para la mayor sequía en un cuarto de siglo?
La España sedienta
Los embalses españoles están bastante por debajo del 50%. Y eso que hay un efecto corrector importante porque la cuenca del cantábrico occidental está por encima del 80% y algunas cuencas como la del Tinto y Odiel o la de Cataluña han mejorado sus reservas desde el año pasado.
El resto de la península se está convirtiendo en un erial. Literalmente. En la cuenca del Duero, los embalses se encuentran ya a menos del 30%. Para hacernos una idea, el año pasado (a estas fechas) estaban en torno al 60% y la media de los últimos diez años está encima del 50%.
Otras cuencas tienen cifras similares: la del Guadalquivir está en el 40%, la del Júcar en el 30 y la del Segura está al 18%. El valor más bajo desde octubre de 2008. Las cuencas del Miño y del Sil que tradicionalmente están muy bien surtidas llevan en estado de emergencia desde después de Semana Santa. No es para menos, las precipitaciones en esa región están entre un 25 y un 30% por debajo de la media de los últimos 40 años.
Además, nuestra capacidad para suplir unas cuencas con otras ha desaparecido. El trasvase Tajo-Segura, por ejemplo, lleva interrumpido desde mayo fundamentalmente porque en el alto tajo, como señalábamos, las reservas también están bajo mínimos (en torno al 10% de su capacidad)
Consecuencias sociales, ambientales, políticas y económicas
La escasez de lluvias, los patrones de consumo cada vez más desestacionalizados, la primavera más calurosa jamás registrada y un verano que no se queda atrás han provocado una sequía como no se había visto desde el año 92.
Esto tiene consecuencias en muchísimos sentidos. Hasta 60 localidades ya están siendo suministradas con camiones cisternas en Castilla y León. Casi 30 en Guadalajara y Cuenca. A estas zonas hay que sumar zonas en la Rioja en la Sierra Sur de Sevilla, en la Axarquía malagueña, el noroeste de León, el centro de Ourense y un buen número de localidades extremeñas.
Pero no es sólo que si no llegan las lluvias el suministro de agua potable puede verse seriamente comprometido en todo el país, sino que la sequía tiene consecuencias directas hasta en el recibo de la luz.
Cuando hay lluvia en exceso y los pantanos se llenan, las hidroeléctricas se ven obligadas a abrir las compuertas y producir energía. Eso hace que los precios bajen. Pero cuando falta agua, las empresas hidroeléctricas pueden decidir cuándo producen energía. Esto hace que (mitad por aprovechar el precio, mitad por aligerar la presión) la sequía produzca que la energía hidroeléctrica aparezca cuando los precios del kWh están más altos.
Si las consecuencias económicas se cifran ya en el equivalente a entre un 1% y un 2% del PIB, las consecuencias ecológicas no se quedan a la zaga. Las necesidades acumuladas y el peligro que corre la agricultura y la ganadería tras tantos meses comprometen la recuperación de los ecosistemas fluviales.
Esto está generando muchos problemas socio-políticos. Los conflictos entre cuencas y comunidades ya son toda una tradición. Sin embargo, es cierto que hay serias dudas tanto sobre el sistema hídrico como las redes de abastecimiento.
La necesaria transformación digital de la red de abastecimiento
La prevención y la planificación es un elemento clave en nuestra capacidad para afrontar las sequías, pero es cierto que las redes de abastecimiento no están todo lo afinada que podría. La fragmentación de las redes de agua de agua potable y de regadío, la escasez de datos a tiempo real sobre consumo de distintos tipos y las dificultades para generar políticas globales realmente flexibles hacen que nos planteemos muchas cosas.
Hace unos meses, hablábamos con Robert Glennon uno de los mayores expertos en agua del mundo y lo dejaba claro: "En los próximos diez años, España y América Latina van a sufrir (y mucho) con el agua". Siempre que hablamos de energías renovables hablamos de la red eléctrica y de su reforma, ¿ha llegado el momento de integrar, modernizar y digitalizar las redes de abastecimiento del país? ¿De crear una red inteligente? Parece que sí, que es la única forma de afrontar los retos hídricos del futuro.
Como ocurre con las inundaciones de Houston, no se puede decir que estos fenómenos extremos estén provocados por el cambio climático, en los últimos 320 años, como explican Ernesto Tejedor y su equipo en un reciente estudio, han existido periodos de sequías realmente aterradores (con 1741 y 1879 llevándose la palma). Sin embargo, sí hay evidencias más que suficientes para asegurar que el cambio climático las hace más probables. Por eso, en eso las organizaciones ecologistas tienen razón: "no podemos seguir gestionando estos problemas como las circunstancias siguieran siendo excepcionales"
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