Quizás la palabra exacta sea 'repulsión'. Sí, tengo en mente lo que siente mucha gente cuando se encuentra, cara a cara, con una cucaracha. Con las arañas o las hormigas, es distinto. Mientras que con las primeras lo que algunos experimentan, aracnofobia mediante, es 'pavor'; con las segundas la reacción más habitual es cansancio. "¿En serio otra vez estáis de vuelta?" Yo, quizás por mi afición insana a las películas de espías como soy, lo que siento es 'desconfianza'.
"¿Desconfianza? ¿No es un poco exagerado?", os preguntaréis. Al fin y al cabo, esa escena típica en la que los personajes se sinceran y explican su plan o comentan alguna información fundamental mientras un pequeño insecto situado estratégicamente lo está emitiendo en directo a sus enemigos no deja de ser un 'lugar común', un 'tropo cinematográfico'. Bueno, estos investigadores de la Universidad de Washington no están de acuerdo.
Soy Bajo, Escara Bajo
Microsoft y la National Science Foundation de Estados Unidos están detrás de la beca que ha permitido crear esta cámara inalámbrica de transmisión en vivo en miniatura. Desarrollada por la Escuela de Ciencias de la Computación e Ingeniería de la Universidad de Washington se trata de la primera cámara capaz de darnos una visión panorámica sin hacerle la vida imposible a los insectos.
Con 250 miligramos no puede montarse en bichos muy pequeños, pero (como vemos en las fotos) es la 'GoPro' que todos los escarabajos (y los agentes secretos) estaban esperando. Vale, sí, es en blanco y negro, tiene una resolución muy baja y transmite la información a paso de tortuga, pero es un avance muy interesante. Sobre todo, porque la espera ha sido larga.
Al fin y al cabo, todos los intentos de reducir las cámaras convencionales han acabado siendo un fracaso bastante patente. Por eso, los investigadores le han dado la vuelta al problema y decidieron aprender directamente de cómo funcionaban los sistemas ópticos de los insectos. De las moscas, para ser más concretos.
Las moscas tienen unos ojazos enormes que les permiten combinar un amplio campo de visión borrosa e inespecífica (pero suficiente para evitar ser aplastada) con una zona muy concreta de alta resolución. Y eso, combinado con un pequeño rotor de 60 grados para encuadrar mejor, es lo que han hecho para resolver el problema. Y funciona. Lo cual es una mala noticia para mi desconfianza, pero un motivo para celebrar cómo el mundo de las cámaras va rompiendo poco a poco los límites aún permanecían en pie.
Imagen | Universidad de Washington
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