Cuando hace unos días hablábamos de "frío extremadamente intenso" nos estábamos quedando cortos. Hemos registrado temperaturas de 22 grados bajo cero, mientras que en ciudades como Córdoba hacía más frío que en Reikiavik. La situación cambia a partir de hoy, pero ni así podemos respirar tranquilos.
Los modelos marcan un final de febrero que puede ser muy muy movido.
La lenta vuelta de la primavera. Desde el 1 de marzo estamos en primavera (meteorológica), pero la borrasca Juliette ha hecho que no se note. Al contrario, aunque se ha notado especialmente en Baleares, toda la península ha sufrido una intensísima bajada de las temperaturas (situándolas muy por debajo de la normalidad) y recién ahora empezamos con la recuperación.
Y "recuperación" significa que las temperaturas seguirán por debajo de los valores normales, aunque poco a poco iremos acercándonos a las temperaturas promedio. El domingo alcanzaremos la normalidad y, si hay suerte, los vientos de componente sur elevarán un poco las temperaturas (aunque, con ellos, pueden llegarnos algunos chubascos).
Noticias del calentamiento súbito. Sin embargo, nada de esto ha tenido que ver con el calentamiento súbito estratosférico del que hemos hablado las últimas semanas. Como avisábamos, los efectos de este tipo de fenómenos en la troposfera eran difíciles de predecir (y podían darse en un plazo bastante largo).
De hecho, muchos expertos creen que el efecto más importante se va a dar en la segunda parte del mes de febrero: un gigantesco (y rarísimo, en términos históricos) anticiclón sobre Groenlandia y el norte de Norteamérica que, aunque parezca raro, puede tener una enorme incidencia sobre el tiempo de todo el país.
¿Groenlandia? ¿España? ¿Qué influencia puede haber? La respuesta es sencilla: mucha. Fundamentalmente, porque un anticiclón tan grande bloqueará la circulación normal, obligará a las borrascas a moverse más al sur de lo normal y puede hacer que las precipitaciones de origen atlántico se dirijan directamente a la Península (e incluso a Canarias).
Eso significa, efectivamente, más agua. Algo que no nos viene nada mal porque los embalses siguen por debajo de la media histórica y porque nos protegerá de las posibles mangas de frío polar el mismo anticiclón puede producir (afectando a otros países de Europa).
Solo queda cruzar los dedos. Porque, como siempre decimos, estas previsiones a tan largo plazo están llenas de incertidumbres. No obstante, si todas las piezas encajan, puede ser una de las grandes carambolas meteorológicas del año. Un año en el que, recordemos, todo hace pensar que El Niño (y su calor) estará de vuelta.
Imagen | Tomer Burg
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