El otoño de locos que hemos vivido en 2022 dejaba una pregunta en el aire: ¿Pasaríamos del calor al frío de un día para el otro o, en cambio, debíamos olvidarnos de las bajas temperaturas y esperar un invierno descafeinado? Diciembre, con su desplome térmico y el "tren de borrascas" regando el país y revolucionando la atmósfera, parece apostarlo todo a la primera opción. Pero ¿cuánto va a durar esto? ¿Qué nos dicen los modelos de lo que nos espera en las próximas semanas?
Los dos grandes fenómenos. Para ver cómo va a ir diciembre, lo mejor es recurrir a los patrones atmosféricos generales. En el caso de España, a dos: la 'Oscilación del Ártico' (es decir, la fuerza del 'vórtice polar') y la 'Oscilación del Atlántico Norte' (el 'baile' entre el anticiclón de las Azores y la baja de Islandia).
Cuando la OA es positiva, el vórtice es fuerte y el aire frío del polo se queda contenido en latitudes altas. Cuando es negativa, el vórtice no tiene fuerza suficiente para contenerlo y, como consecuencia, es mucho más fácil que las mangas de aire frío se acerquen a zonas como España.
En el caso de la NOA, cuando es negativa, el anticiclón de las Azores es más débil de lo normal y no puede bloquear las borrascas profundas del atlántico. Debido a ello, circulan más al sur: justo a nuestra latitud.
¿Qué pasa ahora mismo (y en las próximas semanas)? Que tanto la OA como la NOA son (y serán) negativas: eso asegura una mayor probabilidad de recibir borrascas atlánticas y frentes fríos del norte. Evidentemente, eso no significa demasiado: el invierno en España depende de muchos factores y ninguno de estos es definitorio. Pero lo que sí es cierto es que la balanza probabilística está clara: podemos esperar frío y lluvia.
Tendencias vs realidades. Un buen ejemplo de esto son las temperaturas. Aunque la rotura del vórtice polar (o la llegada de la 'bestia del Este') podrían congelar casi literalmente el país, lo cierto es que los modelos meteorológicos dibujan un diciembre más cálido de lo normal. Hablamos de entre un grado y dos por encima de lo normal en la mitad sur peninsular. Solo parece que podremos ver valores (ligerísimamente) más bajos de la media en zonas del Pirineo y de la cordillera cantábrica.
Para terminar de dar una imagen más tridimensional de las incertidumbres relacionadas con este problema basta con mirar las precipitaciones. El modelo europeo que antes daba resultados aparentemente contradictorios, ahora indica que toda la península (y baleares) registrarán precipitaciones por encima de la media a lo largo del mes. Lo cual, teniendo en cuenta el corredor de borrascas que abre la NOA negativa, tiene todo el sentido del mundo; pero (al comparar con las temperaturas) evidencia que las cosas son más complejas de lo normal.
¿Y la sequía? Efectivamente, como os habréis dado cuenta: los modelos predictivos traen una buenísima noticia: las precipitaciones están prácticamente garantizadas durante el primer mes del invierno. Además, al deberse a borrascas profundas, son precipitaciones aprovechables; sin embargo, llevamos muchos años en plena sequía y esta no desaparecerá de golpe. Para saber dónde estamos, habrá que esperar a enero. Crucemos los dedos y esperemos buenas noticias.
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