El 12 de julio de 2017 uno de los icebergs más grandes jamás vistos se desprendió de la Antártida. Han pasado prácticamente tres años desde entonces y la Agencia Espacial Europea (ESA) ha estado siguiendo su rastro para ver cómo evoluciona. La enrome masa de hielo de casi 6.000 km2 (tamaño de La Rioja o las Islas Baleares para ponerlo en contexto) ha deambulado por el océano una distancia de más de 1.000 kilómetros.
A-68, que es el nombre que recibe este iceberg, se desprendió el pasado 12 de julio de 2017, aunque esto es algo que se esperaba desde hace tiempo. Los científicos vieron cómo la masa se estaba agrietando de la plataforma de hielo Larsen C durante un buen tiempo hasta que finalmente se desprendió. El resultado es uno de los icebergs con mayor superficie jamás vistos. Eso sí, es sorprendentemente fino con apenas unos cientos de metros de profundidad.
Navegando por el Océano Austral
La ESA ha estado fotografiando y posicionando su ubicación gracias a las imágenes satelitales como las del Copernicus Sentinel-1. Se esperaba que con la entrada en zonas más calientes y su movimiento y contacto con el agua líquida haría que se rompiese más rápidamente, especialmente por su delgadez. No ha sido así, sorprendentemente se ha mantenido casi intacto con apenas unos pocos desprendimientos durante estos tres años.
Según los datos de la ESA, el iceberg A-68 pasó casi los dos primeros años cerca de la plataforma de hielo de la que se desprendió. Esto se debe a que otra masa de hielo lo mantuvo "encerrado" ahí durante este tiempo. Perdió un pequeño trozo que se desprendió y en consecuencia pasó a llamarse A-68A y el trozo pequeño A-68B. Estos nombres no son aleatorios, se basan en cómo está segmentada la Antártida por sus longitudes y latitudes.
El último año del A-68A sin embargo ha sido más interesante. Desde aproximadamente principios de 2019 cuando llegó a aguas abiertas comenzó un viaje "a toda velocidad" de unos 1.000 kilómetros de distancia por el océano. Por el camino ha perdido otro trozo llamado A-68C.
A-68A se está aleando cada vez más del Polo Sur navegando por el Océano Austral. Esto significa adentrarse cada vez en aguas con temperaturas más altas, lo que hará que poco a poco se fragmente y derrita. Cuánto tiempo necesitará para desaparecer es algo que sin embargo no se sabe. De momento es importante seguirlo muy de cerca por las consecuencias que pueda tener si se entromete en rutas marítimas.
Vía | ESA
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