Cuestión de días. En cuestión de días, podemos pasar de uno de los inviernos más raros y "poco invernales" que se recuerdan a vivir mínimas históricas. Y el culpable tiene nombre y apellidos: el vórtice polar. Desde hace semanas, los especialistas están preocupados porque la ruptura de este vórtice empieza a dibujarse en los modelos meteorológicos. Y no es para menos
¿Qué es el vórtice polar? Cuando hablamos de vórtice polar (ártico) nos referimos a una corriente de aire que va de oeste a este en torno al polo norte. Cuando esta corriente es fuerte y estable, el aire extremadamente frío del polo queda contenido en latitudes altas; impidiendo que se descuelgue hacia lugares como España. De hecho, uno de los motivos por los que el invierno está siendo tan suave es que el vórtice goza de muy buena salud (está mucho "más fuerte" de lo que es habitual para esta época del año).
Si el vórtice se desestabiliza y los vientos pierden fuerza, es relativamente común que haya masas de aire frío que se escapen camino al sur. Otras veces, el vórtice no llega a romperse, sino que se desplaza desde la región ártica hasta latitudes más bajas moviendo con él una enorme masa de aire frío. Con mayor o menor intensidad, el resultado es el mismo: un frío gélido que puede poner patas arriba cualquier país (incluso los mejor preparados).
¿Se va a romper el vórtice? ¿Cuándo lo hará? En los últimos días, los meteorólogos están expectantes ante una posibilidad que surge recurrentemente en los modelos para el 20 de enero: lo que se denomina "calentamiento súbito estratosférico". Cuando una parte de la troposfera se calienta rápidamente e invade la estratosfera provocando una profunda alteración de la circulación a gran altura y dislocando el vórtice polar.
Aquí toca ser prudentes. A día de hoy no está nada claro que se vaya a producir ese "calentamiento súbito estratosférico"; no está nada claro que, de producirse, la masa de aire vaya a ser lo suficientemente grande como para alterar el vórtice; ni tampoco que, si se rompe el vórtice, la manga de aire frío vaya a coger dirección a España. Todo eso son, ahora mismo, especulaciones más o menos fundadas en los datos, pero nada más que especulaciones. No obstante, la posibilidad está sobre la mesa y haríamos mal en no estar preparados.
De la megatormenta de EEUU a Filomena. Efectivamente, la megatormenta norteamericana que hace apenas unos días provocó temperaturas negativas en el Caribe o la tormenta Filomena que paró el centro de la península en 2021 tienen una cosa en común: las roturas del vórtice polar. Son casos excepcionales, qué duda cabe, pero los tenemos frescos en la memoria y ponen en evidencia que este tipo de fenómenos pueden cambiar de un día para otro la situaicón atmosférica.
¿Estamos preparados para soportar un envite de este calibre? En términos generales, no. Es cierto que Europa cuenta con una ventaja estratégica: tras meses preparándonos para lo peor, el invierno ha sido tan benigno que la Unión Europea apenas ha gastado el 17% de sus reservas de gas desde que comenzara la estación. No obstante, un descuelgue de este calibre es el equivalente a las lluvias torrenciales: la acumulación de nieve, hielo y frío es tal (y en tan poco tiempo) que no hay sistema que lo aguante. A partir de cierto volumen, el colapso (más o menos largo) está garantizado.
Lo que no está garantizado es que ese volumen se alcance. Un descuelgue de una masa fría desde el polo solo garantiza frío. Lo demás depende de la coyuntura meteorológica del momento y aún quedan muchos días por delante para tener una imagen clara de lo que acabará pasando.
Imagen | Sergio R Moreno/GTRES
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