El problemón de España con sus supermercados: las fresas de Huelva son ahora mismo más baratas en Alemania

"Es más barato encontrar fresas de Huelva en Berlín o en Frankfurt que aquí en España". Eso es lo que han podido comprobar desde 'Sábado Clave', el programa de La Sexta. Y, lamentablemente, no es un hecho aislado. La lista de productos españoles que se pueden comprar más baratos en el extranjero que en España es cada día más larga. De eso no hay duda. La pregunta es... ¿Cómo demonios es posible?

Las cifras. Los periodistas de 'Sábado Clave' comprobaron el precio del kilo de fresas de Huelva en Madrid (6,75) y lo compararon con el de Berlín (3,54) y Frankfurt (4,99). Es decir, los precios alemanes son sensiblemente más bajos que los del país de origen, España.

¿Qué está pasando aquí? La explicación es más sencilla de lo que parece. Buena parte de la cosecha de fresas (y de otros muchos productos) está comprometida por "acuerdos" a largo plazo. Son acuerdos enormes y ayudan a los freseros a asegurar una serie de ingresos fijos (independientemente de las circunstancias concretas de cada campaña). El resultado es que las distribuidoras alemanas pueden conseguir precios muy bajos.

Lo que queda (es decir, lo que no está sujeto a acuerdos de este tipo) es lo que se comercializa en España. Como este año la cosecha ha sido muy mala, "lo que queda" es poco y los precios se disparan.

Más allá de las fresas.  Es decir, se trata de un caso muy parecido a lo que hemos visto con el aceite de oliva en los últimos meses. Es también muy parecido a lo que veremos con el jamón, los frutos rojos y un larguísimo etcétera de productos del sector primario.

El asunto, me temo, es que esto es solo un síntoma de un problema mucho mayor. Un problema que las malas cosechas, la inflación y los problemas de la cadena de distribución están trayéndolo a primer aplana. Pero que lleva décadas cociéndose a fuego lento.

Un gigante... con los pies de barro. España es, sin lugar a dudas, uno de los grandes gigantes agroganaderos de Europa. Eso, en cambio, tiene una cara oculta: pese a que en las últimas décadas se ha avanzado mucho en otras industrias, lo cierto es que ser una potencia agroganadera (como ser una potencia turística) es ser una potencia en sectores con poco valor añadido.

Y "poco valor añadido" es casi sinónimo de sueldos bajos. La elección de convertirnos en el invernadero de Europa (mientras que la Unión Europea no firme acuerdos con terceros que, como con la naranja sudafricana, expulsen a los productores españoles del mercado) puede tener sentido, pero no expone al riesgo constante de que se perpetúe una Europa a dos velocidades.

El riesgo de ser el rey de la fresa. Es una versión más de la "maldición de los recursos naturales". Tenemos ejemplos a docenas. Uno de los más llamativos es el de Chile. Entre 1884 y 1930 la economía chilena creció en torno al salitre, un compuesto de especial utilidad en agricultura cuyo mercado mundial dominaba casi en exclusiva. Creció de forma descomunal, de hecho.

Pero cuando a principios del siglo XX, precisamente en Alemania se desarrollaron los primeros fertilizantes sintéticos la economía entró en una crisis profundísima con revueltas civiles incluidas. La política industrial no es fácil, no es obvia: pero es necesaria. Y no parece que lo hayamos asumido.

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Imagen | Engin Akyurt

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