Si el mundo financiero funciona como los caminos en la montaña que se van marcando a fuerza de uso, lindes y creatividad para sortear accidentes geográficos, el rastro que han dejado los inversores huyendo de los combustibles fósiles hace años que dejó de ser un sendero entre matojos para convertirse en una autovía de tres carriles por cada sentido.
En la última década, la tendencia a sacar todo lo que tenía que ver con las emisiones de dióxido de carbono de las carteras de inversión ha sido popularísima. Y aunque los expertos llevan unos meses avisando que la crisis del coronavirus puede acabar por desbaratar (o al menos, aplazar) los planes de descarbonización, todo parece señalar que la tendencia se está haciendo más grande aún.
Tanto es así que las propias empresas de carbón están huyendo como alma que las lleva el efecto invernadero.
"El carbón [...] está perdiendo esa competencia a un ritmo sin precedentes"
Por ejemplo, varias de las empresas mineras más grandes del mundo están creando filiales donde concentran sus negocios de carbón térmico para luego venderlos y deshacerse de ellos. Y, a juzgar por los resultados de esas escisiones (el valor de la de Consol Energy, como señalaba Michael J. Coren, ha caído un 90% en menos de dos años), no ha sido mala idea.
La frase que abre esta sección no es nuestra, es de Arch Coal, la segunda compañía carbonera de Estados Unidos que opera 32 minas y suministra el 15% de todo lo que consume el país. Como consecuencia de ello, según S&P Global, ya está orquestando un plan de cierres y desinversiones. Justo lo mismo que busca Peabody Energy, la principal productora norteamericana de carbón, que está "buscando alternativas estratégicas a sus activos térmicos".
En España, el carbón ya va camino de ser historia antigua y la mayor parte de energéticas llevan tiempo con la vista puesta en redefinir su negocio en torno a las energías renovables. Pero no se acaban ahí los paralelismos entre el viraje de las grandes empresas mineras a nivel internacional y las oportunidades nacionales.
Al fin y al cabo, España tiene la primera y única mina de coltán de Europa y las andanzas por ponerla en marcha han sido seguidas con mucho interés. Sobre todo, porque como señalan muchas de las carboneras en reconversión, el futuro parece estar en las tierras raras y los metales básicos de la industria energética. Es una enorme oportunidad que impacta en la geopolítica de la economía mundial y que muchos están ya a punto de perder.
Imagen | Dominik Vanyi
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