"Están sucediendo muchas cosas en el mundo en este momento, pero siento la necesidad de resaltar que los nuevos tapones de central lechera asturiana son una chapuza vergonzosa arruinando mi maldita mañana todos los días cuando ERAN PERFECTAMENTE BIEN ANTES. Joder...". Con esas palabras, el pianista James Rhodes se unía a una pregunta que se estaba convirtiendo un clamor popular: ¿Qué está pasando con los tapones de Central Lechera Asturiana (y otro montón de productos)?
Lo que está pasando es que... no estaban tan bien antes. Según las estimaciones de la Comisión Europea, solo 10 productos representan el 70% de toda la basura marina del mundo y, uno de ellos, son los tapones de plástico (de los envases desechables). Ya en 2018, Bruselas anunció una batería de medidas para tomar cartas en el asunto. Pretendía reducir a la mitad esos desperdicios y evitar daños en el medio ambiente valorados en 230.000 millones de euros para 2030.
¿Cómo piensa hacerlo? Entre otras muchas medidas, permitiendo seguir fabricando tapones de plástico, sí; pero siempre y cuando el diseño permita que las tapas y tapones sigan adheridos al resto de la botella. Desde aquel 2018, han pasado muchas cosas y, aunque los diseños han ido llegando (y afectando a otros productos), lo cierto es que las crisis recurrentes que hemos ido sufriendo desde finales de 2019 han provocado que haya pocos avances. Al fin y al cabo, los fabricantes tenían de plazo hasta 2024.
¿Solo afecta a los tapones? No, nada de eso. Hace cuatro años ya advertíamos que este cambio era quizás el menos llamativo, pero que tenía el potencial de afectar la vida diaria de la gente mucho más que otros. No obstante, una vez entre en vigor la nueva normativa, hasta una decena de productos deberán fabricarse “exclusivamente” con materiales sostenibles o, en caso de ser inviable, se deberá cambiar el diseño para garantizar una recogida de hasta el 90% (y, en el caso de productos especialmente sensibles, una serie de campañas para reducir su al mínimo posible).
Esto es importante porque, tras muchos años de debate, la "guerra al plástico" de Bruselas se convirtió, en realidad, en un enorme programa de innovación y desarrollo destinado a impulsar nuevos diseños industriales, nuevos materiales y nuevos usos. La Comisión aspiraba a una reconversión social de todo lo que envolvía al plástico desechable más que a su eliminación completa y absoluta. Eliminación que, como reconoció Frans Timmermans, vicepresidente primero de la Comisión Europea del momento, era inviable.
Muchas incógnitas encima de la mesa. Para sorpresa de muchos, pese a que la fiscalización y el debate público han brillado por su ausencia, las iniciativas europeas contra el plástico siguen adelante. Y, como digo, lo de los tapones es solo el principio. Si las medidas tienen éxito (y parece que lo harán) muchos de los hábitos de los europeos de a pie van a cambiar bastante en el próximo año. Llegamos a 2023 sin los deberes hechos en muchos ámbitos de aplicación de la directiva y eso solo significa una cosa: la industria tiene que darse prisa y, precisamente por ello, los cambios van a ser mucho más evidentes de lo normal.
imagen | Central Lechera Asturiana
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