La evolución es caprichosa y el mejor ejemplo es nuestro propio cuerpo
Esta semana hemos descubierto por qué los seres humanos perdimos la cola. Sucedió hace 25 millones de años, un pequeño gen llamado TBXT (responsable de regular la aparición de la cola durante el desarrollo de muchos primates) se desactivó.
La historia es fascinante (y la podéis leer aquí), pero deja al menos una gran pregunta encima de la mesa: ¿cuántas cosas sencillamente no corrieron la misma suerte? ¿Cuántas reliquias evolutivas tenemos en nuestro cuerpo?
Da una respuesta exhaustiva a esa pregunta no es sencillo. Cuando hablamos de reliquia o vestigio, hablamos de partes del cuerpo que (de una forma u otra) han perdido su función o su sentido. Y lo cierto es que aún sabemos demasiado poco sobre nuestro cuerpo.
Sinos vamos a la bibliografía científica encontraremos debates eternos sobre la funcionaldiad del órgano vomeronasal o el gen LCT (de la intolerancia a la lactosa en el adulto). La mayor parte de nuestro cuerpo es mitad vestigio, mitad órgano perfectamente adaptado.
Sin embargo, sí que tenemos algunas cosas bastante claras. Por ejemplo, la plica semilunaris. Ahora mismo es "un pliegue pequeño de la conjuntiva bulbar en el canto interno del ojo" que tiene algún papel en el drenaje lagrimal; pero se trata de un vestigio evolutivo de la membrana nictilante, el tercer párrafo con el que aves y reptiles pueden mantener hidratados y limpios los ojos sin cerrarlos.
Otro ejemplo extremadamente conocido es el apéndice. La idea tradicional es que ese pequeño recoveco conectado a nuestro intestino grueso es un vestigio de las adaptaciones anatómicas a una dieta eminentemente vegetal (basta recordar que los rumiantes tienen cuatro estómagos). Conforme nuestra rama familiar se fue haciendo más omnívora, su función habría desaparecido. Hay otras explicaciones de su origen y función, claro, pero en general todos están de acuerdo en que ahora mismo no sirve de mucho (aunque más de lo que creíamos).
Y más y más. Hay como un 14% de la población que no tiene el palmar largo (un músculo que se cree que tenía un papel importante antes de que nuestro antepasados abandonaran los árbles y se instalaran en el suelo), luego tenemos el coxis (vestigio de la cola que hablaba antes), el tubérculo de Darwin (recuerdo de orejas puntiagudas), los pezones masculinos o la muela del juicio.
No es algo especial... De hecho, es algo que, por lo demás, vemos en todas las especies: las ballenas siguen teniendo huesos pélvicos; igualito que algunas especies de serpientes; las avestruces, los kiwis y los pingüinos y hasta las avestruces siguen teniendo alas.
...ni algo definitivo. El ejemplo de los pingüinos es una buena muestra: han acabado usando esos "inservibles vestigios" para nadar. El problema, como siempre, es que el universo es caprichoso y, a menudo, hay cosas que surgieron por ciertas presiones evolutivas que perdieron su función, pero que luego recuperamos por otro lado. El futuro dirá, sí; pero mientras tanto, bien orgullosos de nuestros vestigios que estamos.
Imagen | Eugene Zhyvchik
En Xataka | Cuando los hijos de Darwin fueron víctima de las propias leyes de selección natural de su padre
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