En 1908, un barco de la armada estadounidense navegaba al norte de las islas Fox. En aquella zona de las Aleutianas, la niebla, el mal tiempo y los arrecifes hacen que no sea el mejor lugar para navegar. Y por eso, los marinos que se adentraban en las aguas heladas de Alaska estaban preparados para todo.
O para casi todo. Porque no hay nada en el océano que te prepare para ver cómo el mar, frente a tus ojos, empieza a "hincharse en forma de una gigantesca cúpula tan grande como la del Capitolio de Washington [DC]". Esas fueron sus palabras exactas.
"La cúpula se contrajo y volvió a crecer hasta que finalmente explotó en grandes nubes de humo y vapor". Fue entonces cuando "los espectadores hechizados comenzaron a temer que se verían envueltos en un terrible cataclismo". Por suerte, no fue así y su historia llegó hasta nosotros como un cuento extraño de marinos asustados.
Ahora sabemos qué paso.
Un volcán en Alaska
Muchos años después, en 2017, el Bogoslof entró en erupción. Durante nueve meses, el volcán interrumpió el tráfico aéreo de la zona a causa las enormes nubes de ceniza y vapor que expulsaba a la atmósfera y que llegaban hasta los 11 kilómetros sobre el nivel del mar. En aquellos meses, ocurrió algo más. Los micrófonos del Alaska Volcano Observatory captaron una melodía extraña, grave y pausada que se repitió más de 250 veces.
No es lo habitual. "En lugar de suceder muy rápido y con altas frecuencias como es típico en las erupciones explosivas, lo que encontramos eran** señales de frecuencias realmente bajas** y algunas de ellas tenían períodos de hasta 10 segundos", explicaba John Lyons, geofísico del AVO.
Durante meses, los sonidos del volcán tuvieron intrigados a la comunidad científica. Hasta que un día, un colega de Lyons cayó en la cuenta de que, curiosamente, el volcán Bogoslof estaba al norte de las islas Fox. ¿Podrían estar ambas cosas relacionadas?
Lyons y su equipo crearon modelos de burbujas de gas sobrepresurizadas en un contexto de aguas gélidas y aire frío. Para ello, se inspiraron en los estudios de burbujas magmáticas que se han documentado en el volcán Stromboli de Italia. Aquellas burbujas eran mucho más pequeñas, pero tenían características en común. La cuestión es si un fenómeno similar a mayor tamaño podría dar como resultado lo que estaban detectando los micrófonos.
Y los resultados, recién publicados en Nature Geoscience, señalan que sí. Según sus datos, las explosiones volcánicas sumergidas pueden producir burbujas del tamaño de la cúpula del Capitolio o incluso más grandes. Las estimaciones dicen que las burbujas de la erupción Bogoslof de 2017 oscilaban entre 100 y 440 metros de diámetro.
Los investigadores reconocen que es difícil imaginar burbujas de gas de ese tamaño, pero los datos son testarudos y los modelos sólidos. Además, hay un par de erupciones más que también encajan con esta idea: la del volcán Myojin en Japón en 1952-53 y la del volcán Karymsky en Rusia en 1996. Habrá que esperar a la próxima erupción y mandar equipos para observar en vivo, pero, por lo pronto, más de un siglo después parece que hemos encontrado una respuesta al misterio del norte de las Fox.
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