Hace unos 65 millones de años un asteroide causó una de las mayores extinciones masivas de la historia de nuestro planeta. El impacto (más bien la cadena de acontecimientos geológicos y climáticos que inició) acabó con numerosísimas especies. Algunas estimaciones hablan de que cerca de un 80% de las especies animales del Cretácico tardío desaparecieron de la faz de la Tierra.
Hemos imaginado de innumerables maneras cómo sería la convivencia con estos animales prehistóricos. Por ejemplo, si algún empresario tuviera a bien revivir a estas criaturas para crear un parque de atracciones. Pero imaginar un mundo en el que estos lagartos terribles sobreviven es más complicado porque requiere imaginar toda una línea temporal de 65 millones de años desde la extinción hasta nuestros días.
¿Cómo sería el entorno de la Tierra? ¿Cómo habrían evolucionado estos animales? ¿serían más parecidos a los reptiles o a las aves? Serían algunas de las preguntas clave antes de llegar a la gran cuestión: ¿cuál sería el lugar de los humanos en esta historia alternativa (de haber alguno)?
Una de las personas que hicieron el trabajo de dar respuestas a estas preguntas fue el paleontólogo Dale Russell. Russell especuló que los dinosaurios de la familia del Stenonychosaurus podrían haber evolucionado hasta tomar un aspecto humanoide. Este imaginario ser de origen evolutivo relacionado con los dinosaurios pero con una evolución paralela a la humana suele ser denominado dinosauroide.
Otra posibilidad es que mamíferos y dinosaurios hubieran coexistido con la suficiente independencia como para que ambos “linajes” acabaran desarrollando especies con niveles de inteligencia comparables a los humanos modernos. Otra pregunta que podríamos hacernos aquí es si nuestra obsesión con buscar vida inteligente fuera de la Tierra sería la misma si conviviéramos (o compitiéramos) con otras especies inteligentes en nuestro planeta.
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