A lo largo de las últimas semanas las noticias sobre orcas atacando embarcaciones de recreo en nuestras costas parecían hablar de una cierta hostilidad entre estos cetáceos y humanos. Sin embargo en las aguas de la laguna Ojo de Liebre, en la costa del estado mexicano de Baja California, parece haberse gestado otra relación entre navegantes y mamíferos acuáticos.
Un comportamiento inusual de las ballenas grises (Eschrichtius robustus) ha sido observado recientemente en aguas mexicanas. Estos animales habrían estado acercándose a pequeñas embarcaciones, no con intención de asaltarlas sino para que sus tripulantes les ayuden con un problema: sus parásitos.
Es lo que explica Paco Jimenez Franco, capitán de una embarcación dedicada al avistamiento de ballenas en el área de la laguna Ojo de Liebre, situada en la costa oeste de la península de Baja California, en el estado de Baja California Sur. Jimenez Franco explicó su experiencia al medio estadounidense The Dodo después de viralizarseun video en el que el marino retiraba parásitos a una ballena gris que se había aproximado a su nave.
“Una vez quité el primero, [la ballena] se acercó de nuevo para que continuara haciéndolo, explicaba al medio estadounidense. “Lo he hecho en repetidas ocasiones, con la misma ballena y con otras. Es muy emocionante para mí.”
El parásito que Jimenez Franco retiraba de los cetáceos eran los llamados “piojos de las ballenas”. Como los insectos que les dan nombre, los piojos de las ballenas (Cyamidae) son artrópodos, si bien la relación taxonómica acaba ahí, ya que estos parásitos especializados en ballenas pertenecen a la familia de los crustáceos y no de los insectos.
La relación entre ballenas y Cyamidae no es una relación parasitaria simple, ya que se cree que estos crustáceos pueden de hecho ayudar a las ballenas limpiándolas de algas y de tejidos muertos en heridas; eso sí, a precio de causar irritación y molestia al animal.
Para el zoólogo Mark Carwardine, la relación entre cetáceos y crustáceos es “de amor-odio”. “[Las ballenas] tienen una piel muy sensible, y miles de estas pequeñas criaturas agarrándose fuerte, o moviéndose, con sus excesivamente afiladas y recurvas garras, deben de volverlos locos”, explica consultado por el diario británico The Guardian.
Carwardine señalaba también que, si bien podría no ser la primera vez que se daba este comportamiento entre las ballenas grises, sí era la primera ocasión en la que él tenía constancia de ello.
La relación entre humanos y ballenas grises no siempre ha sido tan cooperativa. El hábitat de las ballenas grises se limita a la franja costera del Pacífico Norte, desde el mar de China hasta las costas de la Baja California, extendiéndose también a través del estrecho de Bering a una franja costera del Ártico entre las islas Anzhu y el extremo noroccidental de Canadá.
A lo largo de la historia estas ballenas han sido cazadas por el ser humano. Estos animales eran conocidos por su respuesta contundente frente a los cazadores, hasta el punto de recibir el nombre de “pez del diablo” (‘devil fish’). Sin embargo son desde 1930 una especie protegida y desde 1980 existe una moratoria en su captura que afecta a fines comerciales si bien excluye a tribus nativas.
Hoy por hoy el principal depredador de estos animales (el único junto a los humanos) es la orca. Un ejemplo reciente de esto fue capturado hace unas semanas frente a la costa de California, cuando un grupo de 30 orcas atacaron e hirieron a dos ballenas grises.
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Imagen | Andre Estevez / Jerome Evangelio
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