Como si de una aldea gala se tratara, una región del Atlántico Norte resiste al incremento medio de las temperaturas que afecta al resto del globo. Nadie sabe exactamente el porqué de este extraño fenómeno, pero el principal sospechoso es el debilitamiento de la circulación de vuelco meridional del Atlántico.
Una isla helada. Los datos sobre el cambio de las temperaturas medias globales son inequívocos: el mundo se va calentando. Pero, igual que no lo hace de la misma forma a lo largo del año tampoco lo hace homogéneamente en todo el mundo. Concretamente, un área del Atlántico Norte ha estado bajando levemente de temperatura durante los últimos años.
A este área se lo ha denominado como el “cold blob”, una “mancha fría” en el noroeste del Océano Atlántico de un área considerable que se extiende al sur de Groenlandia e Islandia hasta aproximadamente la latitud del norte de la Península Ibérica, frente a las costa canadiense.
Una corriente clave. La presencia de esta mancha sorprende a los expertos. El motivo es la circulación de vuelco meridional del Atlántico (AMOC por sus siglas en inglés). AMOC es una corriente de circulación marina que recoge el agua caliente empujada por la corriente del golfo.
La corriente de agua caliente se divide en varios cauces, uno que se queda al suroeste de Groenlandia y otro que circula alrededor de Islandia. Al tratarse de agua cálida, ésta circula de forma superficial. Cuando se enfría al llegar al norte la corriente gana densidad y con ello profundidad, por lo que regresa al sur por capas más profundas del océano.
La presencia de una mancha cada vez más fría tan cerca del tránsito de una corriente de agua cálida resulta una contradicción. Es por eso que la principal hipótesis detrás de este fenómeno es el debilitamiento de esta corriente AMOC.
¿Malas noticias? Esta corriente resulta importante para el clima europeo, por lo que perderla podría afectarnos directamente. La corriente superficial caliente de AMOC se mueve principalmente en diagonal hacia el noreste, acercándose desde la costa sudeste de los Estados Unidos hacia el noroeste de Europa.
Esta corriente caliente “templa” la masa de aire sobre ella, aire que después llega a Europa. Es por ello que AMOC esté detrás del hecho de que, a iguales latitudes, el lado europeo del Atlántico sea más cálido que el lado oeste. El debilitamiento de esta corriente podría retirar esta fuente de vientos cálidos del mapa y dejar a Europa más a merced de posibles olas de frío polar y siberiano.
Según esta hipótesis, la “mancha fría” no sería el problema, sino un síntoma de un problema mayor (el debilitamiento de AMOC), cuyos impactos podrían ser dejarnos a merced de peores olas de frío durante los inviernos.
Un futuro inierto. No está claro cómo afectará todo esto al clima a largo plazo. La principal hipótesis es que la pérdida de intensidad de AMOC implicaría inviernos más fríos en Europa. Sin embargo esta corriente es tan solo una pequeña pate de la circulación termohalina, que desplaza grandes masas de agua a lo largo y ancho de los océanos.
Según algunos modelos climáticos, el corte de la circulación termohalina implicaría una bajada de las temperaturas de más de un grado en la mayor parte del Atlántico Norte y una bajada de las temperaturas de entre 0,5 y 1,5 grados en la mayor parte de Europa, incluyendo buena parte de la Península Ibérica. Un resultado consistente con lo señalado anteriormente.
Habrá que esperar. En primer lugar porque es pronto para confirmar que la “mancha fría” es producto no de un debilitamiento de las corrientes oceánicas sino efecto de cierta variabilidad climática natural en un contexto de cambio rápido. En segundo lugar porque, ante tales cambios y ante la inmensa complejidad de los sistemas climáticos, una predicción de enfriamiento de todo un continente puede tomarse con cautela.
Imagen | Universidad del Estado de Oregón
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