Hay una razón por la que los huracanes no llegan a Europa, pero esto puede empezar a cambiar

Las dinámicas atmosféricas propician que a Europa solo lleguen versiones muy debilitadas de estos ciclones

Tormenta Alfa 2020 Edit
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Cada verano nos llegan crónicas de los preparativos y los efectos de los huracanes que alcanzan el Caribe, el golfo de México y diversos puntos más en la costa este de Norteamérica. Sin embargo, el que un huracán llegue a nuestro continente es algo extremadamente raro. Quizá en el futuro lo sea menos.

Para comprender por qué la llegada de ciclones tropicales a las costas europeas puede hacerse más frecuente con el tiempo, conviene entender primero por qué las tormentas tropicales y los huracanes afectan de forma casi exclusiva al Atlántico occidental. La causa está en la atmósfera del planeta.

La rotación de la Tierra genera una “estratificación” en los vientos dominantes en función de las latitudes. En las latitudes bajas, cerca del ecuador terrestre hasta aproximadamente una latitud de 30º, ya sea hacia el norte o hacia el sur, los vientos preponderantes se desplazan de oeste a este.

Este área tropical es, precisamente, donde el océano recibe más radiación solar, a más radiación solar, mayor la temperatura del océano. El calor es una de las condiciones clave para la formación de huracanes. Resumiendo, los huracanes tienden a formarse en una región donde los vientos predominantes tienden a desplazarlos hacia el oeste, hacia las Américas.

Los huracanes se “cargan” en aguas cálidas pero pierden fuelle cuando alcanzan tierra o, en general, cuando abandonan estas aguas cálidas. Precisamente, para que un huracán llegue a Europa debe atravesar las aguas más frías del Atlántico norte, lo que implica que irá perdiendo potencia poco a poco.

Así, la práctica totalidad de los huracanes que llegan emprender rumbo hacia el este tras superar la barrera del paralelo 30 han perdido su estructura característica y sus vientos han perdido la velocidad en base a la cual se les adjudica la categoría de huracán. Se trata ya de depresiones más o menos intensas, pero en cualquier caso asociadas a tormentas “convencionales”

El huracán Katia de 2011 fue representativo en este sentido. Este huracán comenzó a gestarse frente a las costas africanas, al sur de Cabo Verde. Comenzó a desplazarse primero hacia en oeste y, una vez convertida en depresión subtropical fue avanzando hacia el noroeste mientras continuaba cargándose.

Poco después de superar esta barrera de los 30ºN, Katia pasó a desplazarse hacia el norte y después al noroeste. En aguas frente a Terranova perdió la categoría de huracán. La tormenta acabó desvaneciéndose después de haber cruzado Escocia.

Existen algunas notables excepciones recientes a este devenir. Algunos huracanes recientes llegaron a nuestras costas aún como tormentas subtropicales, como Vince en 2005 y la tormenta subtropical Alfa de 2020. Ambas tormentas se formaron por encima del paralelo 30 y ciercularon hacia la península Ibérica.

El último contraejemplo importante fue el del huracán Ofelia, que pese a llegar a Europa después de haber perdido su categoría de huracán, llegó a causar estragos en el norte de Europa. Hace dos años también vimos que un huracán amenazaba con alcanzar las islas Canarias desde el sur.

Cambio a la vista

Existe la posibilidad de que el cambio climático altere esto. Aunque aún no hay consenso a este respecto, la hipótesis se basa en el aumento de la temperatura del océano asociada al aumento global de las temperaturas promedio.

En condiciones convencionales, un ciclón que comience en aguas cálidas irá “cargándose” según avance por estas aguas, hasta un punto en el que la temperatura del océano ya no sea suficiente para dotar de más energía al huracán.

Si la temperatura del océano aumenta, este punto de inflexión llegará más tarde y más al norte, lo que implica a su vez que un huracán que se mantenga en aguas del Atlántico lo suficiente como para acabar desplazándose hacia el este irá más cargado y alcanzará más tarde su máxima categoría. Por tanto, llegará con más fuerza a las costas de Europa.

2024 podría servirnos para poner a prueba esta posibilidad. En primer lugar porque se espera una temporada intensa de huracanes. A mayor el número y la fuerza de huracanes, mayor la probabilidad de que uno de ellos pueda alcanzar nuestras costas.

Según un estudio realizado en 2020, en promedio dos ciclones tropicales llegan a Europa al año, aunque la desviación es alta, con años en los que ninguno de estos “remanentes” ha llegado a nuestras costas y años con hasta cinco tormentas asociadas a previos huracanes.

Otro fenómeno importante en cuya antesala podríamos encontrarnos es el de los ciclones tropicales mediterráneos o “medicanes”. Como se puede intuir por su nombre, estas tormentas serían ciclones de gran potencia formados en las aguas del mar mediterráneo.

La amenaza de ciclones tropicales mediterráneos no es nueva y en los últimos años hemos visto tormentas categorizadas así aparecer en las aguas cálidas del mar que separa Europa África y Asia.

Estas tormentas no tienen el potencial de los huracanes debido a que las temperaturas del Mediterráneo no alcanzan la temperatura de las aguas tropicales y por el reducido tamaño del mar, que implica que la tormenta no podrá avanzar tanto sobre las aguas antes de adentrarse en tierra firme. A pesar de ello, estas tormentas alcanzan intensidades equiparables a los huracanes de categoría 1 en tanto en cuanto son capaces de sostener vientos de entre 119 y 153 km/h.

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Imagen | NASA

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