Las pruebas nucleares y la alimentación de estos mamíferos son las causas de este exceso de radiación
Casi cuatro décadas después del accidente de la central nuclear ubicada en Prypiat, los animales de Chernóbil siguen generando fascinación. Estos supervivientes en una de las regiones más contaminadas de Europa nos sorprenden de muchas formas, pero si hay una especie enigmática en este lugar es la de los jabalís.
Una de las especies más radiactivas de Chernóbil.
Resolviendo el misterio. Ahora tenemos una nueva pista sobre estos animales: por fin sabemos por qué su radiactividad es mayor que la de otras especies. La respuesta no tiene tanto que ver con el accidente nuclear en sí mismo sino con algo que ocurrió bastante antes.
¿Más radiactivos? Es muy poco lo que aún sabemos de los animales de Chernóbil. Uno de los enigmas más curiosos era el de los jabalís. Para comprender por qué tenemos que hablar de uno de los isótopos radiactivos más contaminantes, el cesio 137 (Cs137).
El periodo de semidesintegración de este isótopo (el tiempo en el que la mitad de los átomos que tengamos del material se habrá desintegrado) es de poco más de 30 años. La concentración de cesio en la cadena trófica debería en principio reducirse aún en mayor medida puesto que los átomos tienden a filtrarse en el suelo o ser arrastrados por el agua hacia los ríos.
Es por ello que el nivel de radiactividad en animales como ciervos o corzos ha descendido notablemente en el área. No solo esta situación no se ha dado en las poblaciones de jabalís: sus niveles de radiación se han mantenido casi constantes, es decir el descenso ni siquiera es acorde con la que implicaría la semidesintegración del Cs137. Es la “paradoja del jabalí salvaje”.
Pruebas nucleares y trufas radiactivas. La respuesta parte del cesio 135. El equipo que resolvió este misterio lo logró centrándose no en los niveles de radiación sino en su origen. Comprobaron que era este otro isótopo del cesio el que estaba detrás de este fenómeno. El Cs135 tiene un periodo de semidesintegración mucho más largo, lo que explica por qué la reducción había sido menor.
Esto también hace más difícil detectar la presencia del Cs135. Como explica el equipo responsable del estudio, cada tipo de incidente nuclear tiene una “firma” propia. Se estima que el 90% del Cs137 presente en Europa fue liberada por el accidente de Chernobil, pero este no es el caso del Cs135. El origen de este se encuentra en un 68% en las pruebas nucleares desarrolladas en el contexto de la guerra fíra.
La profundidad justa. La alimentación de los jabalís también ha sido uno de los factores clave a la hora de comprender el porqué de sus niveles de radiación. Estos animales se alimentan de un tipo de trufa (Elaphomyces) que crece en el subsuelo, a profundidades de entre 20 y 40 centímetros.
Como señalábamos antes, parte del cesio radiactivo fue filtrándose año tras año en el suelo del área. A razón de unos pocos milímetros al año, el cesio (tanto el procedente de las pruebas nucleares como el del accidente) ha ido avanzando hacia estas profundidades, contaminando estos hongos, fuente de alimentación de los jabalís.
De Chernóbil a Baviera. El estudio que aclaró este misterio fue realizado analizando una población de 48 jabalís en el estado de Baviera, al sur de Alemania. Los detalles del análisis fueron publicados en la revista Environmental Science & Technology.
A largo plazo. Los resultados del estudio nos invitan a pensar que la situación no cambiará en el corto plazo. Es decir, es poco probable que los niveles de radiactividad de los jabalís comiencen a descender en los próximos años hasta igualarse con los que presentan otros animales similares como ciervos o corzos.
La mayor radiación presente en estos animales ha hecho que los cazadores se resistan a su captura. Esto implica que las poblaciones de estos jabalís irán aumentando en el futuro. Quizás su expansión por Europa central haga que los niveles de radiación de estos animales decaigan generación tras generación pero, por lo que hemos visto, este proceso podría aún prolongarse durante décadas.
Imagen | Joachim Reddemann / Кирилл Пурин
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