Las lluvias torrenciales serían un buen antídoto contra la sequía. El problema es que España no sabe gestionarlas

Lluvias torrenciales en Valencia, en Sevilla, en Alicante y Almería... Hemos entrado de lleno en esa parte del año en que es muy difícil seguir hablando de la sequía porque lo que llena los telediarios son trombas descomunales de agua inundando media España. Esa media España, de hecho, que menos reservas hídricas tiene.

¿Qué está ocurriendo aquí? Estos días, las redes sociales se llenan de coches flotando y familias evacuadas por las crecidas. Por eso, es casi inevitablemente preguntarse, ¿cómo es posible que los embalses sigan igual que antes? ¿Qué pasa con toda esta agua? ¿Cómo es posible que sigamos igual que antes (o peor)?

La respuesta es algo contraintuitiva: como explicaba Julia Martínez, directora técnica de la Fundación Nueva Cultura del Agua, en Maldita.es que, a diferencia de lo que ocurre con las lluvias habituales vinculadas a las borrascas normales, “no existe una relación directa entre precipitaciones torrenciales y llenado de los embalses”.

Cuando 'mucha' agua no es 'tanta' agua. El primer motivo por el que este tipo de lluvias no ayuda a paliar la sequía es que, pese a la espectacularidad de las imágenes, las precipitaciones torrenciales “no movilizan grandes lluvias en cantidad”. Lo único que ocurre es que estas precipitaciones se concentran en un lugar y un momento muy concreto. Según la AEMET, una 'precipitación súbita torrencial' dura entre 30 minutos y tres horas, abarca una extensión inferior a 50 kilómetros cuadrados y supera los 60 litros por metro cuadrado en una hora.

¿Por qué nos parece tanta? Esa acumulación súbita de agua hace que nuestras infraestructuras sencillamente colapsen y eso acrecenta la sensación de gran acumulación. ¿Por qué? Emilio Rey, director de DigitalMeteo, nos comentaba que estos fenómenos son recurrentes. "Algunos ocurren cada 20 años, otros cada 50 ó 100 años. Pero sabemos que va a pasar de nuevo. Ha pasado siempre y seguirá pasando en el futuro porque nuestra situación en el planeta y las circunstancias de esta época del año lo permiten. No va a pasar todos los años, pero va a pasar"

Sin embargo, pese a saber que es un riesgo recurrente, nunca estamos preparados. Como subrayaba Rey, se nos olvida que "no se puede construir en cauces. Además, hay que tenerlos limpios y esto supone un esfuerzo que a lo mejor tienes que hacer en julio o en agosto, o cada tres meses". "Lo que pasa es que la gente tiene una memoria meteorológica muy corta". Nos acostumbramos a la nueva normalidad de forma muy rápida y, entonces, ciudadanos y administraciones "piensan que no va a volver a pasarles a ellos hasta que ya no hay vuelta atrás".

Vale, no es mucha, pero ¿la aprovechamos? Tampoco. Normalmente, no podemos aprovecharla. Fundamentalmente, porque este tipo de chubascos suelen darse en las partes medias y bajas de las cuencas hidrográficas. Es decir, lejos de los grandes embalses. De esa forma, no tenemos herramientas para recoger y acumular toda esa agua que cae cerca del mar.

De hecho, cuando (por azar) los chubascos caen en una zona con un pantano costero, nos encontramos que la tenemos acumulada, sí; pero podemos hacer poco con ella.

El verdadero problema El resultado de las lluvias torrenciales sobre la sequía es casi siempre cosmético y ese es el verdadero problema. Porque el patrón desde hace algunos años es siempre el mismo: llueve menos días, pero con más intensidad, y se dan episodios cada vez más frecuentes e intensos de lluvias torrenciales. Es decir, si no agudizamos el ingenio y aprendemos a utilizar toda esa lluvia, la sequía no va a hacer más que crecer, crecer y crecer.

Imagen | GTRES

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