Marchando una ración de otoño climatológico. Tras el extraño final de octubre y el ambiguo comienzo de noviembre, la cosa empieza a tomar cuerpo. El tiempo de esta semana va a girar, de una forma u otra, en torno a las grandes borrascas del Atlántico.
Lluvia, nieve, frío y viento. Eso es lo que significa: lluvias y algo de nieve en toda la mitad norte de la península. Además, estos frentes generarán olas de hasta 7 metros en el Cantábrico e insuflarán en el país aires fríos que irán acercando las temperaturas (¡de una vez por todas!) a la media histórica del mes de noviembre.
¿Por qué? ¿Qué ha cambiado? En realidad, ha cambiado poco. Es un esquema meteorológico que hemos visto en varias ocasiones: una enorme borrasca atlántica enviándonos un frente tras otro. Esto se puede ver muy bien en la siguiente imagen de elTiempo.es: esas estructuras de nubes cargadas de agua irán barriendo la península descargando bastante agua a su paso. En todos lados. Y esta es la buena noticia de la semana, porque se espera una buena cantidad de agua aprovechable en el mediterráneo conforme se acerquen el sábado y el domingo.
Lo diferente en esta ocasión es la fuerza de las tormentas. De hecho, parte de la inestabilidad que estamos viendo se debe a uno de los ciclones tropicales de los que hablábamos hace unos días. Martín llega desde el Atlántico tras haberse convertido en una borrasca profunda; las mejores para la sequía.
¿Ya está? ¿Se ha acabado lo malo? Es pronto para cantar victoria. Hay que recordar que los modelos predictivos a largo plazo esperan que la primera quincena del mes noviembre sea bastante más cálida de lo normal. Se daban casi por seguras anomalías generalizadas por encima de los 3 grados. Sin embargo, es verdad que la llegada de estas borrascas puede jugar a nuestro favor frente a la tendencia e instalarnos en el otoño de manera definitiva.
Sobre todo, si tenemos en cuenta que durante la segunda mitad de noviembre se espera que la tendencia cálida vaya desvaneciéndose. Incluso aunque las temperaturas sigan por encima de lo normal en el sur peninsular y las Baleares, un buen "arreón frío" ayudaría a frenar las peores consecuencias medioambientales (y agropecuarias) del "verano eterno" que estamos sufriendo.
El largo invierno. La duda es, claro está, si esto tiene visos de ser así. Por suerte, durante la última semana, los embalses españoles gastaron menos agua de la que recibieron. Eso es victoria. Por la mínima. Casi pírrica. Y concentrada en zonas muy concretas del país, es cierto. Pero una buena señal, al fin y al cabo. Si se confirma el cambio de tendencia, esa será la primera señal.
Y no tenemos mucho tiempo para que el milagro tome forma. Buena parte de las zonas más habitadas del país (la fachada mediterránea, el pirineo aragonés y buena parte del centro peninsular) se juegan sus reservas hídricas en otoño. El invierno será clave, sí; pero sin las lluvias del otoño, jugamos la partida de 2023 con una mano atada a la espalda.
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