El gran sueño hidrológico de Ciudad de México se ha convertido en una auténtica pesadilla
El 3 de mayo de 2021 un tramo elevado de la línea de 12 del metro de Ciudad de México colapsó justo cuando circulaba sobre él un tren cargado de trabajadores de vuelta a casa. Eran las diez y veinte de la noche y lo fueron durante días. Hubo 27 fallecidos, 80 heridos, cinco desaparecidos y un sinfín de destrozos materiales.
Ahora sabemos que aquella tragedia fue solo un síntoma de un problema mucho mayor. Un problema muy conocido, pero que no recibe la atención necesaria: que México se hunde sin que nadie haga nada para evitarlo.
Que México se hunde no es una sorpresa. Se lleva hundiendo muchos años y mucho me temo que lo seguirá haciendo. En 2021, un equipo de investigadores de la UNAM, la Universidad de Oregón y el Jet Propulsion Laboratory integró un registro histórico de datos de más de 115 años y los corrigió con nuevas tecnologías (desde lecturas de radar a datos de GPS). Sus conclusiones fueron que las tasas de hundimiento de la Ciudad de México han sido constantes desde 1950 y, aunque la media había sido más baja, llegan a ser de 50 centímetros al año en muchos sitios.
No solo eso: por un lado, los análisis del suelo mostraron que la deformación no es elástica. Es decir, que el hundimiento es irreversible a efectos prácticos. Y, por el otro, los investigadores llegaron a la conclusión de que hay un margen de hasta 30 centímetros más para que los fenómenos de subsidencia sigan actuando.
Pero el hundimiento no es homogéneo. Y eso afecta especialmente a infraestructuras como la del metro que tiene casi 300 kilómetros de rieles y unas 200 estaciones. "La superficie [de la ciudad] es como una esponja: sacamos el agua, y eso la deforma, porque pierde volumen. Eso produce mucha diferencia en los niveles de la superficie", explicaba Solano-Rojas (uno de los autores) en Wired.
Sobre todo, porque aunque México está asentado sobre una antigua red de lagos, la ciudad es enorme y hay muchas zonas (como la parte sur) que tienen sus cimientos sobre roca volcánica.
En este sentido (y aunque la investigación judicial permanece abierta) lo que acaba estudiar el mismo equipo de la UNAM es que la tragedia de la línea 12 es el resultado de años de dejadez, falta de mantenimiento y, por supuesto, el hundimiento de la ciudad que convierte todo eso en una caja de bombas.
"...todo el mundo sabe que ocurre". Pero sigue sin estar en el radar de los políticos y las personas que toman decisiones. Así lo explicaba en el Washington Post Enrique Cabral-Cano, otro de los investigadores. Y, aunque pueda parecer sorprendente porque lleva estudiándose un siglo, no lo es tanto.
Esta subsidencia tiene su origen en la intensa explotación de los acuíferos de las áreas urbanas del Valle de México. Una explotación directamente vinculada al crecimiento de la población y, sobre todo, a la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos de la capital. El coste político de tomar medidas es enorme.
Será enorme. Durante siglos, los esfuerzos de las autoridades se han orientado a construir las infraestructuras necesarias para mantener el agua a raya y evitar las continuas inundaciones. Lo consiguieron en torno a los años 50 y ahí empezó la pesadilla: el valle empezó a no tener agua para tanta sed.
Hace 20 años, los barrios con problemas de suministro eran unos 50. Ahora son 386 y la cifra no deja de crecer. Es decir, pese a los titánicos esfuerzos de buena parte de la clase política por obviar todo esto, la situación se está haciendo insoportable.
Imagen | Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y PC CDMX
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