Millones de personas en todo el mundo se despiertan dos o tres veces por la noche: qué dice la ciencia sobre dormirnos de nuevo

Pocas cosas más desesperantes que despertarse de madrugada y saber que no vas a poder volverte a dormir

Desvelarse, mirar el despertar, ver que aún es de madrugada, saber que no te vas a poder dormir. Ese es el día a día de millones de personas. Miles de millones de horas perdidas mirando el techo, dando vueltas en la cama y dudando si levantarnos ya o no. 

¿Es un problema despertarse por la noche? Los estudios de monitorización que se hacen sobre este tema suelen coincidir que despertarse durante la noche es más habitual de lo que parece. Hasta un 20% de la población no puede dormir del tirón toda la noche. En muchos casos lo que ocurre es que, al dormirnos rápido, ni siquiera lo recordamos a la mañana siguiente.

El problema, claro, aparece cuando no logramos conciliar el sueño. 

Un inciso: hay que descartar otros problemas. Como a fuerza de caer en sus redes cada noche nos hemos acostumbrado a él, solemos olvidar que el sueño es un equilibrio complejo que hay cuidar, sí; pero también escuchar. Hay cientos de motivos por los que el sueño se vuelve frágil: desde beber demasiada agua (y tener pis) a problemas médicos como la "apnea de sueño", "el síndrome de las piernas inquietas" o, más simple aún, dolor.

Además hay decenas de situaciones que contribuyen a que el sueño se complica (problemas hormonales, psicológicos, neuronales o digestivos). Así que si de repente encontramos una pérdida brusca de la calidad del sueño, siempre es recomendable visitar a nuestro médico para que descartar posibles patologías.

Sea como sea, no dormir es algo muy serio. Descartar patologías subyacentes no quiere decir que todo esté bien. Como digo, dormir mal es algo objetivamente malo para la salud. Está relacionado con problemas inmunológicos, metabólicos, cardiovasculares emocionales y cognitivos; con trastornos como la diabetes o de la obesidad. Nos lleva a estar más cansados e irritables, eleva nuestros niveles de estrés y nos hace asumir más riesgos y equivocarnos más.

¿Podemos hacer algo? Lo cierto es que sí. La clave está en conseguir mantener una buena "higiene de sueño". Es decir, implementar estrategias que nos ahorren nerviosismos, estrés u otros impedimentos que nos permitan alcanzar el descanso. O, en este caso, que nos ayude a coinciliar el sueño de forma fácil y sencilla.

La forma de hacerlo es doble. Por un lado, hemos de identificar los hábitos particulares que afectan a nuestro sueño. Con ello en mente, podemos alejarnos de los malos hábitos y introducir (o afianzar) buenos.

Por hábitos malos, tengo en mente cosas como reducir el consumo de tabaco, bebidas energéticas o alcohol (que afectan de forma negativa y muy agresiva al sueño), no exponernos a dispositivos que emiten luz justo antes de dormir (porque pueden afectar al ritmo circadiano)  o hacer ejercicio en las horas previas.

Por hábitos positivos, están la idea de mantener unos horarios regulares, eliminar la siesta o la práctica habitual de técnicas de relajación. Suele ocurrir que los problemas de conciliación tienen mucha relación con el estrés y la ansiedad. Si logramos controlar los picos fisiológicos que nos provocan esas situaciones, conciliar el sueño es mucho más fácil.

Imagen | Kinga Howard

En Xataka | Si eres de los que duerme con antifaz pase lo que pase, la ciencia tiene buenas noticias para ti

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