Agosto arranca por todo lo alto con un aumento generalizado de las temperaturas que, si nada cambia, se va a traducir en la tercera ola de calor de la temporada. Lo veníamos avisando y, efectivamente, las previsiones se han cumplido: ya son 34 las provincias que se encuentran este lunes en alerta por calor. Tras un julio bochornoso, pero que acabó dándonos un pequeño respiro: los primeros días de agosto (incluso en el caso de que no lleguemos a cifras récord) tienen una pinta horrible.
No obstante, eso ni siquiera es lo peor. Al fin y al cabo, llevamos un verano especialmente duro en el que los días bajo "ola de calor" han sido casi más que los "normales". ¿Y si sencillamente estamos estrenando un nuevo tipo de verano, uno mucho más caluroso?
Un verano muy lejos de lo normal. Aún es pronto para decirlo, pero todo parece indicar que el mes de julio que recién acaba de terminar será uno de los dos más cálidos de España desde 1961. El otro será el de 2015 que finalizó con una temperatura media 2,5 grados por encima del promedio. Esto ya nos da pistas de que no estamos viviendo un verano "normal".
El Centro Europeo de Predicción a Medio Plazo lo acaba de confirmar y, según sus últimos informes, se puede esperar un agosto con temperaturas superiores a las normales en "prácticamente todo el país durante la primera quincena del mes". La buena noticia es que, según la AEMET, "en cualquier caso no será un episodio cálido, tan extraordinario como el que hemos vivido recientemente a mediados de julio".
¿Estamos ante el nuevo verano?. Sea como sea, nos encontramos con las mismas constantes meteorológicas: calor extremo, cielos despejados y tormentas (especialmente por la tarde). Habrá más de 40 grados en el sur y las noches serán más calurosas de lo razonable para dormir confortablemente. No se espera (como señalan algunos bulos) un evento hipercaluroso para el día 6 de agosto, ni hay una gota fría especialmente grande cociéndose en el ambiente. Lo único realmente sobresaliente es que estamos por encima de las temperaturas medias habituales.
Una ola de calor permanente. En cuanto caemos en la cuenta de que los años más calurosos del registro han tenido lugar después del año 2000, nos damos cuenta de que la media que usamos para definir las olas de calor (que se "registren máximas por encima del percentil del 95% de su serie de temperaturas máximas diarias de los meses de julio y agosto del periodo 1971-2000") está cada vez más alejado de nuestra realidad. Vamos de cabeza a vivir en una ola de calor permanente.
Problemas, problemas y más problemas. Y esto no sería un problema si no estuviéramos mostrando bastantes problemas de adaptación a las nuevas reglas de juego: con más de un 20% del territorio desertificado, niveles históricamente bajos de agua embalsada y una transición ecológica cada vez más problemática (con la guerra de Ucrania amenazando con romper el sistema energético europeo), estas tensiones climáticas no hacen más que complicarnos la vida.
Imagen | Rener Lea/ABACA
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