La capacidad del terreno para filtrar el agua y la pérdida de infraestructuras aumentan los riesgos en la zona
Tras las trágicas riadas causadas por la DANA que a finales de octubre recorrió el levante y el sur peninsular, la Agencia Estatal de Meteorología ha advertido de la posible formación de una nueva depresión que podría tomar la forma de una nueva DANA o de una borrasca fría.
Una segunda DANA. En cualquiera de los dos casos, existe la posibilidad de que “lluvias y chubascos muy fuertes a torrenciales” afecten a la cuenca Mediterránea, tanto en la península como en Baleares. Si bien existe por ahora incertidumbre sobre lo que traerá consigo este nuevo temporal, algunas de las zonas donde la pasada DANA causó problemas están ahora expuestas de nuevo a episodios de lluvias.
Sabemos que las inundaciones han traído nuevos riesgos derivados por ejemplo de la dificultad de tratar aguas residuales o de la existencia de aguas estancadas. Si la intensidad de las lluvias es lo suficientemente severa, podrían esperarse nuevas complicaciones.
Permeabilidad. Uno de los factores clave es la permeabilidad del suelo. La capacidad de un suelo para absorber el agua de lluvia depende de muchos factores, como el tipo de suelo o la presencia de vegetación. Menos infiltración implica más escorrentía, más agua fluyendo, explica Manuel Pulido, director del IIAMA – Universitat Politecnica de Valencia.
Durante tiempo se ha debatido si los suelos más secos tienden a ser más permeables, pero lo que resulta más cierto es que los suelos tienen un límite de agua que pueden retener, por lo que cuanto más cerca estén de este punto de saturación mayor será el riesgo de inundación.
Poniendo barreras. Otro determinante importante del riesgo de inundación es la existencia de barreras para el agua. La vegetación, además de aumentar la absorción del agua de lluvia también puede ralentizar su avance. El problema surge cuando una riada anterior elimina este tipo de barreras: el tiempo que tarde la vegetación en regresar puede implicar mayor vulnerabilidad
Las barreras pueden ser naturales o artificiales. Los embalses son una herramienta de control de riesgo de inundaciones ya que permiten recoger el exceso de agua y liberar dicho exceso de agua de manera controlada. La cuenca del Júcar fue una de las más afectadas.
Esto implica cierto margen adicional de actuación, ya que los embalses aún pueden, aún después de haber recogido varios cientos de hectómetros cúbicos de agua en los últimos días aún están lejos de su límite. Según los datos del último Boletín Hidrológico aún mantiene sus pantanos por debajo del 50% de su capacidad en promedio.
Fuente de polémicas. La cuestión de los embalses fue fuente de numerosas polémicas al equipararse falsamente la eliminación de azudes con la eliminación de embalses. La DANA reavivó estas polémicas y trajo otras, protagonizando nuevas desinformaciones.
Volviendo a la normalidad. Otro problema asociado a la recurrencia de eventos es la saturación (o destrucción) de infraestructuras cuya función es prevenir estos eventos, como el alcantarillado, añade Pulido. La acumulación de escombros en calles y canalizaciones también puede suponer un problema a la hora de permitir que el agua no vuelva a acumularse en zonas urbanizadas.
Las lluvias pueden dificultar las labores de limpieza de las zonas afectada por la última DANA. Recuperar la apariencia de normalidad, la limpieza de las calles, desescombro, tratamiento de residuos y recuperación de infraestructuras pueden llevar semanas, si no meses. Las precipitaciones pueden ralentizar estas labores e incluso causar nuevos perjuicios.
No todo son problemas. Cuando los expertos hablan de riesgo no solo se refieren a la probabilidad de que se desate un desastre como una inundación, el riesgo también depende factores como qué se encuentre el agua por su camino. No es lo mismo que una riada se de en una zona desértica a que esta se de en una zona muy poblada.
El riesgo ahora es menor. Lamentablemente, esto se debe en parte a que el daño ya está hecho, pero también por las lecciones aprendidas en las anteriores riadas y por una percepción del riesgo exacerbada por los últimos eventos. Es decir, que, si bien la recurrencia en los episodios de lluvia pueden implicar un nuevo peligro de crecidas e inundaciones, el riesgo que estas implican puede ser menor.
Imagen | Unión Europea, Copernicus Emergency Management Service
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