En diciembre de 1960, el doctor A. M. Harthoorn, un conocido veterinario del Este de África llegó a KwaZulu-Natal con un encargo muy concreto: buscar una forma de anestesiar al rinoceronte blanco. Entre 1812, cuando el naturalista británico William John Burchell lo describió por primera vez en el norte de la Provincia del Cabo, y final de siglo los rinocerontes blancos fueron perseguidos y exterminados hasta casi hacerlos desaparecer. En 1897, se consiguió declarar "reserva natural" una pequeña zona en la confluencia de los ríos Umfolozi. Era uno de los pocos lugares donde aún sobrevivían.
Y la razón principal por la que los rinocerontes blancos del sur no han corrido la misma suerte que sus primos del norte. De hecho, tal fue el éxito de la reserva que durante los años 40 y 50 se temió que el boom demográfico acabara por destrozar el delicado ecosistema de la cuenca del Umfolozi. Fue entonces cuando decidieron 'devolver' poblaciones enteras de rinocerontes a lugares donde tradicionalmente habían vivido.
Harthoorn y sus drogas de última generación no fueron más que la punta de lanza de uno de los proyectos de recolocazión de macrofauna más ambiciosos de la historia. Ahora una empresa minera quiere usar todo ese conocimiento acumulación para mover 25 chinchillas que viven a 180 kilómetros de la ciudad chilena de Diego de Almagro en la región de Atacama, a unos 4.200 metros sobre el nivel del mar. ¿El motivo? 100.000 kilos de oro.
Bienvenidos a la "Operación Chinchilla"
La chinchilla de cola corta es un roedor sudamericano que está vivo casi de milagro. Muy apreciada por la industria peletera, en solo tres generaciones, su población cayó un 90%. Hoy por hoy, se encuentra extinta en Perú, su presencia en Bolivia es más que dudosa y solo hay constancia de pequeñas colonias en Chile y, más anecdóticamente, en Argentina.
La mala suerte ha querido que el proyecto minero Salares Norte, cuya construcción requerirá de un desembolso inicial de 860 millones de dólares y promete crear 2.700 puestos de trabajo, esté localizado justo en el mismo lugar donde una pequeña colonia de 25 chinchillas de cola corta tiene su hogar. La legislación chilena, como no puede ser de otra manera, protege a los animales y la misma compañía minera, Gold Fields, lleva años reconociendo (desde 2017, al menos) que las chinchillas "eran uno de los principales obstáculos para el proyecto".
La respuesta de Gold Fields empezó a ponerse en práctica en agosto y durará unos nueve meses. El tiempo que tardarán los equipos de la compañía en atrapar todos los especímenes con pequeñas trampas y moverlos a un área a unos cinco kilómetros del lugar donde se asentará la mina. Un área que, por otro lado, ha sido cuidadosamente escogido buscando evidencias históricas de que había sido poblado por la misma especie.
A simple vista, el procedimiento parece bastante garantista; pero, como recoge Ed Stoddard, las evidencias sobre el éxito de este tipo de intervenciones dejan un sabor agridulce. Y, aunque las últimas intentonas salieron bastante mal, las relocalizaciones alpinas de la década de los 70 de las liebres silbadoras (quizás la especie más parecida a la Chinchilla de la que tenemos datos) dejaron resultados mixtos.
Hoy por hoy, es difícil saber qué pasará. Sin embargo, sí podemos asumir que no es un caso aislado. Desde hace años venimos hablando de las nuevas tensiones económicas, ambientales y políticas que está introduciendo la también nueva geopolítica de los recursos mineros. Las valiosísimas chinchillas de cola corta son nuestro 'canario en la mina': un indicador de si estamos haciendo lo suficiente a nivel científico, tecnológico y social para hacer compatibles valores tan diversos en un mundo tan complejo.
Imagen | Shane Mclendon
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