La historia de la Tierra está escrita en los genes de los millones de especies que lo habitamos. Pero leerla no es tan fácil. Ahora, un equipo de investigadores ha hallado en los genes de las aves modernas rastros de la impronta dejada atrás por el impacto que acabó con sus ancestros, los dinosaurios.
El impacto en los genes. Hace unos 66 millones de años, el impacto de un meteorito causó una cadena de acontecimientos que culminaría en la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno (K–Pg). Este impacto acabó con la mayor parte de los dinosaurios, salvo por un pequeño grupo de supervivientes cuya descendencia daría pie a las aves modernas.
Estos “fósiles genómicos” son cambios bruscos causados por el evento. Unos cambios que permitieron a las aves, explica el equipo responsable de la investigación, a diversificarse tras la extinción, convirtiéndose en un variopinto y exitoso grupo taxonómico que hoy se extiende a lo largo de innumerables ecosistemas en nuestro planeta.
“Al estudiar el ADN de las aves vivas, podemos tratar de detectar patrones de secuencias genéticas que cambiaron justo después de uno de los eventos más importantes en la historia de la Tierra,” señalaba en una nota de prensa Jake Berv, coautor del estudio.
Un vacío biológico. El impacto y sus consecuencias se llevaron por delante alrededor de tres cuartas partes de las especies animales que habitaban el planeta. Las aves aprovecharon esto y se diversificaron hasta alcanzar las más de 10.000 que conocemos hoy en día.
La pista en los “ladrillos”. La pista de los cambios genéticos propiciados por el evento K–Pg está en los nucleótidos, las cuatro moléculas que se combinan por pares en cada “escalón” del ADN y que denominamos A, T, G y C. Todos los organismos vivos cuentan con distintas variaciones de estos cuatro nucleótidos repartidos por su genoma
En ocasiones, la evolución hace que la prevalencia de uno u otro par de nucleótidos cambie en el genoma de las especies. El equipo señala estos cambios en las aves como consecuencia de la extinción masiva.
El equipo utilizó un modelo de evolución enn el ADN que facilitaba la inclusión de este tipo de cambios. Los detalles del proceso fueron publicados en un artículo en la revista Science Advances.
El tamaño importa. Los cambios en la genética incluían, por ejemplo, cambios en el tamaño de los animales. Las aves encogieron notablemente en comparación con sus ancestros directos, los “dinosaurios avianos” de finales del mesozoico.
Otros cambios clave pueden encontrarse en el desarrollo de las crías en los huevos. La mayor parte de las aves del presente (existen excepciones) nacen sin plumas e incapaces de mantenerse por sí mismas, requiriendo cuidados parentales, también en contraste con sus ancestros más cercanos.
El enigma de las aves. Cómo las aves llegaron a ser lo que son es aún uno de los grandes enigmas de la evolución. El principal reto al que se enfrentan quienes estudian esta evolución es el de desentrañar la forma en la que se diversificaron los principales grupos de aves, la “estructura” del árbol taxonómico de esta gran familia.
La respuesta está escondida en los genes de estos animales. Es por ello que la ornitología ha encontrado en el estudio de estos su principal baza a la hora de desentrañar este singular misterio, la rama de la vida que surgió de la muerte de los animales más populares del mesozoico.
Imagen | Fausto García-Menéndez / Universidad de Cambridge
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