Mequinenza, el gran pantano del Ebro, está al 84,92%. Es inevitable que llegue al mar y una buena noticia
El Ebro es uno de nuestros leviatanes. No solo es el río más caudaloso del país y una de los ejes culturales, económicos y sociales más importantes de la península: es un monstruo que cuando se despierta, hace temblar el mundo de más de tres millones de habitantes.
Pues bien, se ha despertado.
Aragón se prepara para lo peor. Ha llegado a niveles máximos en Tudela (inundando buena parte del casco viejo) y, cuando la crecida alcance Zaragoza, se esperarán 1600 y 1900 metros cúbicos por segundo. La Unidad Militar de Emergencias está movilizada y los albergues se están preparando en la ribera aragonesa del río.
Y, mientras tanto, muchas personas están preocupadas por el hecho de que buena parte de esa agua irá, presumiblemente, al mar.
"¿Al mar? ¿Con la sequía que tenemos?". Eso es lo que muchos se preguntan: lo que ocurre que la "gran sequía" solo ha tocado tangencialmente a la cuenca del Ebro. Mequinenza, el gran pantano de la cuenca (a las puertas del bajo Ebro), está al 84,92%. Eso es lo que ha hecho que, mientras la mayor parte de la población catalana está en alerta por la sequía, la provincia de Tarragona no tenga ningún problema.
Una crecida ahora no va a suponer un cambio sustantivo en términos de agua embalsada e, inevitablemente, va a acabar desembocando en el delta.
Y no pasa nada. Para empezar porque, pese a que el 100% de los ríos españoles está represados de alguna forma (de hecho, solo existen dos ríos 'libres' en toda Europa), los ríos tienen que recorrer su cuenca, primero, y llegar al mar, después.
Obviando los poderorísimos motivos ecológicos, lo primero que tenemos que tener en cuenta que los ríos son cintas transportadoras de sedimentos y nutrientes. Eso quiere decir que con cada embalse que se construye, se reduce la fertilidad del suelo aguas abajo. Esto es interesante porque tradicionalmente no suele preocupar a los agricultores porque se suplementa con fertilizantes industriales, pero sí tiene un impacto directo en las costas.
Los ríos tienen un papel clave en las playas y deltas (otra enorme fuente de riqueza en España) y los nutrientes que vierten en las aguas del mar tiene una enorme importancia en la alimentación de la fauna acuática (y la pesca española representa casi un tercio de la UE).
Desvestir un santo, para vestir otro. En el fondo, todos aquellos que sostienen que "los ríos tiran agua al mar" están mirando solo una parte del problema. Porque, efectivamente, el "ciclo del agua" no se rompe. De hecho, según explicaban en Maldida.es, el agua embalsada suele tener una temperatura mucho mayor y se evapora más (y antes) que en el río.
Sin embargo, todo lo demás, se descontrola. Los sedimentos se acumulan en los embalses y azudes (hasta colmatarlos) y los aquíferos dejan de rellenarse de forma 'normal'. tanto es así que los expertos están convencidos de que la inmensa mayoría de pantanos que hoy tenemos en el país no podrían construirse por los enormes impactos ecológicos que suponen.
Gestionar el agua de forma global. Ese es el gran reto que nos toca en el futuro: empezar a entender que domesticar los cursos fluviales puede traer efectos muy positivos, pero no es inocuo. Cada cambio que introducimos para favorecer a una parte de la población, termina perjudicando (de una forma u otra) a otras poblaciones -- a veces muy alejadas de la primera.
El problema es que durante años nuestras instituciones han decidido no mirar, no evaluar, no preocuparse. Y eso ha desembocado en una situación crítica en la que la inmensa mayoría de opciones se resumen en: usar la fuerza bruta para asegurarnos el suministro de agua. Caiga quien caiga. En 2024.
Imagen | Miguel Ángel García.
En Xataka | La falta de agua no solo se debe a la sequía: el impacto de las eléctricas con el vaciado de embalses
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