Que la industria turística esté demandando a científicos es solo uno de los problemas que buscamos resolver ahora en Polonia

En los últimos años, el profesor Terry Hughes se ha dedicado a estudiar cómo estaba afectando la subida de las temperaturas a los arrecifes australianos de coral. "No habíamos visto algo así antes, es como si 10 ciclones hubieran golpeado contra la Gran Barrera a la vez", explicaba. "Nuestra estimación en este momento es que cerca del 50 por ciento del coral ya está muerto o muriéndose".

Los resultados fueron muy comentados y la industria turística de la Gran Barrera se dio cuenta de que tenía que hacer algo al respecto. Reflexionó y trazó un plan: coser a Hughes a demandas y presionar para que le retiraran la financiación. No porque sus datos fueran falsos, porque estaba arruinando su negocio.

Es una anécdota, pero resume a la perfección el clima social que rodea a la cumbre de Polonia que ahora mismo decide cómo vamos a cumplir unos Acuerdos de París que entran en vigor a partir de 2020. He de reconocer que hay algo deliciosamente perverso en el hecho de que la reunión se celebre en el corazón de uno de los campeones europeos del carbón. Pero es que hay pocas cosas más irónicas que la realidad. Enjoy the ride.

Lo que podemos esperar

A estas alturas de la partida hay muchas personas que cuestionan muchas cosas, pero sobre el cambio climático hemos llegado a un relativo consenso: está ocurriendo, lo está haciendo rápidamente y, más allá de debates bizantinos, debemos prepararnos para ello porque ya nos está matando.

Por eso, probablemente que la cumbre sea en Polonia es (inintencionadamente) lo más sensato. En un momento en que París arde bajo las reivindicaciones contra los impuestos a los hidrocarburos, empezar a hablar sobre el clima asegurando una "transición justa" para los sectores afectados, como ha ocurrido, puede ser una buena noticia.

Sobre todo, si lo usamos para hacer mejores herramientas (herramientas que piensen socialmente) y no para rebajar los objetivos. Hay que tener en cuenta que no hay demasiadas buenas noticias en esta cumbre: llegamos con la constatación de que los esfuerzos nacionales no son eficientes y con demasiados problemas geopolíticos encima de la mesa.

Cuando a final del año que viene, el protocolo de Kioto cierre la persiana, los Acuerdos de París se convertirán en la primera línea de defensa frente a los problemas derivados por el cambio climático y, sin la presencia de los grandes líderes mundiales, la letra pequeña se decide ahora. Y el reto clave no es solo comprometerse con objetivos ambiciosos, sino con objetivos que vayamos a cumplir. Crucemos los dedos.

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