La joya escondida bajo el suelo de Castellón: el río subterráneo y navegable más largo de Europa

Nadie sabe dónde empieza el río. Nadie sabe dónde acaba. Parece una metáfora de la vida, pero es una descripción sorprendentemente precisa de las Coves de Sant Josep, el río subterráneo navegable más largo de Europa: más de tres kilómetros de río en el corazón de la Vall d'Uixó, en Castellón.

Un misterio subterráneo. Aunque hay indicios de que se conocen desde el Paleolítico superior y es razonable pensar que fue un lugar explorado por íberos, romanos, godos, andalusíes y cristianos... no es hasta el siglo XIX cuando encontramos los primeros testimonios sobre las cuevas.

Parece ser que, durante la verbena de la Festa de les Flors, los más atrevidos de entre los vecinos que se reunían alrededor de la fuente de San Josep se adentraban en la cueva. Pero la primera expedición conocida fue en 1902 y lo sabemos, seguramente, porque uno de los participantes trató de cruzar la Boca del Forn, un estrechamiento que durante años marcó el límite natural de la cueva.

En 1915, los expertos empezaron a cartografiar las cuevas. No obstante, sería los vecinos los que, progresivamente, fueron consiguiendo ir más allá. En el 26, por ejemplo, se consiguió superar la Boca del Forn y llegar al lago de Diana. En el 29, un vecino murió tratando de superar la galería de los sifones.

Y, entonces, la cosa cambió. A medida que el interés turístico iba creciendo, las tentativas para hacerla accesible (y evitar que la fama de 'peligrosa' ahuyentara a las visitas) se pusieron en marcha. Se instalaron pasarelas laterales y se empezó a iluminar.

En las siguientes décadas, se construyó una presa para regular el caudal del río, se agrandó la Boca del Forn con barrenas y se empezaron a realizar viajes en barca. De esta forma, cuando los primeros espeleólogos modernos llegaron a la Vall d'Uixó a lo largo de la década de los 50 y confeccionaron el primer plano topográfico de la cueva, buena parte del trazado era bien conocido.

En el 61, con dinamita, se abrió el paso de la galería de los sifones: lo que permitió que se encontraran el resto de grutas que hoy conforman dos kilómetros y poco de los tres que se han descubierto. Sin embargo, esos tres kilómetros no agotan las cuevas en sí. Hasta la fecha, como decía, nadie conoce el inicio del río, ni su final.

De hecho, solo se puede recorrer un kilómetro. 800 metros en barca y unos 250 por una galería seca. El resto de esas enormes galerías de roca caliza no están accesibles para el gran público, aunque poco importa: lo que se puede ver es suficiente para quedarse anclado en la memoria.

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Imagen | Coves de Sant Josep

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