Con la borrasca post-Danielle en la parte oeste de la península han llegado los aguaceros y, con ellos, los ríos llenos de una especie de "chapapote" se han colado en redes sociales y medios de comunicación. ¿Qué está pasando en el país para que barrancos, gargantas y ríos se hayan ennegrecido de repente? Pues que la lluvia parecía una buena noticia hasta que se encontró de frente con la mayor cantidad de terreno quemado en 30 años. El resultado en 2013 es un enorme problema.
Agua, lodo y cenizas. Las imágenes más sorprendentes son de la portuguesa Serra da Estrela, con enormes cantidades de agua, lodo y cenizas arrasando todo lo que encuentran a su paso. Pero, a medida que las lluvias alcanzan las grandes extensiones de terreno que se ha quemado durante este verano en el oeste peninsular, los ríos se van llenando de una mezcla de ceniza y agua que, por su carácter hidrofóbico y oscuro, se conoce en los últimos años como "chapapote forestal".
¿Otros años? Efectivamente, no es algo nuevo de este año. De hecho, como nos explicaba Samuel Biener, a finales de agosto de 2017 (tras el incendio de El Encinedo en León) ya lo vimos y, más aún, en 2013 el "chapapote forestal" vinculado al incendio del coruñés Monte O Pindo afectó a los bancos marisqueros de las rías.
#SevereWeather 📹
— Meteored | tiempo.com (@MeteoredES) September 14, 2022
Inundaciones en Portugal por la borrasca ex-#Danielle.
En algunas zonas que han ardido este verano se han producido avalanchas 🌊 de agua, lodo y cenizas. También se han reportado anegamientos en el entorno de Lisboa. pic.twitter.com/KdzOCxyXJQ
Y en MONFRAGÜE también…
— PacoCastañares (@PacoCastanares) September 13, 2022
El arroyo Giraldo, (Casas de Miravete, Reserva de la Biosfera y Parque Nacional de Monfragüe), comienza a arrastrar chapapote en dirección al corazón del Parque Nacional de Monfragüe. pic.twitter.com/rA9hQSb7fj
El chapapote de cenizas, restos vegetales quemados y tierra, multiplica los daños del incendio, contamina las aguas y mata toda la vida vegetal y animal que habita en ríos, gargantas y arroyos tras las lluvias.
— PacoCastañares (@PacoCastanares) September 13, 2022
Cabecera del río Ladrillar (Las Hurdes (Cáceres), ahora mismo pic.twitter.com/weFNEkEOp9
Un veneno que llevo dentro. La diferencia fundamental con otros años es simple: 54 grandes fuegos y 300.000 hectáreas quemadas. 2022 ha pulverizado todas las tendencias a la baja en incendios forestales y, a falta de que llegue diciembre, ya es el peor año en las últimas tres décadas. A esto que ya es una tragedia ecológica, hay que sumar el impacto de las avalanchas que provoca la falta de vegetación fijando el suelo y, por supuesto, los efectos de este "chapapote".
El primero de ellos (y más evidente) es que, al repeler el agua, hace que la tasa de infiltración del agua sea menor (podría reducirse hasta llegar al 38%, según algunos estudios), aumentando la fuerza de las inundaciones y erosionando el terreno. El resto de efectos están relacionados con el chapapote en sí y las cenizas, metales pesados y toxinas que viajan en él. Es decir, a medida que esta sustancia llegue a ríos, lagos y pantanos, el riesgo de hipoxia y envenenamiento va a ser muy alto; la fauna y la flora se van a resentir profundamente.
¿Podemos hacer algo? En principio, sí. Existe un enorme conjunto de intervenciones forestales que podrían ayudar a fijar el terreno y a "filtrar" ese chapapote e impedir que se extienda. No obstante, la infradotación con la cuenta el monte español es enorme y hemos hablado sobre ella durante estos meses. Es decir, hay cosas que se pueden hacer, pero no vamos a hacerlas. Y eso es un ejemplo fantástico de los enormes problemas a los que nos enfrentamos al pensar en cómo recuperar todo eso que llaman la "España vacía".
Imagen | Río Negro (Brasil)
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