No me caen bien los gatos, no os voy a engañar.
No es por nada racional o tangible. Sencillamente, no tenemos buen feeling entre nosotros. Donde otros ven seres adorables, yo solo veo una sana y prudente desconfianza. Sin embargo, desde hace unas semanas, la vida lleva intentando que cambie de opinión. No sé si es verdad que la naturaleza aprovecha el repliegue de los humanos para recuperar espacios perdidos, pero lo cierto es que en mi garaje pasan cosas raras.
Y por "raras" quiero decir "ratas". Eso ha provocado que cada vez que mis intentos para intentar cazarlos fracasaban, el tema del gato volvía recurrentemente en comidas, cenas y desayunos. Al fin y al cabo, "¿Qué mejor que un gato para sacarnos de este entuerto?", me trataban de vender de una u otra manera sin que yo tuviera una respuesta para ello.
Gracias a Dios, Internet sí que la tenía y he llegado a ella por casualidad: el secreto mejor guardado de los gatos es que son "vergonzosamente ineficaces" a la hora de atrapar ratas. Jaque mate, Garfield
"Que parezca un accidente"
En 2018, Michael Parsons y su equipo de la Universidad de Fordham decidieron observar durante cinco meses a una colonia de ratas que vivía en un vertedero de Brooklyn. Al principio, su idea era estudiar el papel que las feromonas jugaban en el comportamiento de los animales. Sin embargo, rápidamente, se dieron cuenta que lo interesante estaba en las interacciones entre gatos y roedores.
Los investigadores instalaron cámaras por todo el recinto y recopilaron más de 300 vídeos con animales activos. Pues bien, durante los 79 días que duró el experimento, los gatos de la zona intentaron unas 20 veces emboscar a las ratas del vertedero, pero solo tuvieron éxito con tres de las 150 que formaban la colonia. Pero quizás no sea eso lo peor: solo consiguieron matar a dos de ellas, la otra se escapó de rositas.
Estas conclusiones son sorprendentes porque, cuando hablamos de gatos, no debemos olvidar que se tratan de uno de los "depredadores invasores más ubicuos y perjudiciales para el medio ambiente en la Tierra" y no lo digo yo, lo dice un estudio de 2017 que encontraba pruebas fehacientes de que los felinos habían contribuido a la extinción de al menos 63 especies de vertebrados. No hace falta decir que las ratas no estaban entre ellas.
No obstante, no quiera mi sesgo antigatuno llevarme a obviar datos importantes: como que las ratas de Nueva York tienen una bien merecida fama de ser gigantes y muy agresivas. Tanya Loos contaba que, de media, una rata neoyorkina pesa diez veces más que un ratón promedio y que era muy posible que eso invitara a los gatos a buscarse presas más fáciles y asequibles.
Esto puede ser cierto, claro. Tanto que, de hecho, nada nos lleva a pensar que los gatos y las ratas entren en conflicto de forma habitual. Lo más probable, teniendo en cuenta los datos que van aportando los especialistas en el comportamiento animales, es que se ignoren mutuamente. Algo que explicaría la ineficacia gatuna, pero también los sacaría de la lista de "armas naturales" para luchar contra las ratas. Quid pro quo.
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Imagen | Roberto Huczek
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