El siluro (Silurus glanis) es una de las especies invasoras que asolan la península Ibérica, donde no solo parece haberse asentado, sino que en los últimos años ha ampliado sus dominios. Ahora las instituciones tratan poner coto a su expansión. El próximo campo de batalla será el bajo Guadalquivir.
Un monstruo con bigote. Pese a tratarse de un pez de agua dulce, el siluro destaca por su talla, que supera habitualmente los dos metros y los 100 kilogramos. Es, de hecho, el mayor pez de agua dulce de Europa. Suelen tener un color oscuro, a veces verde o azulado, y una aleta dorsal pequeña y cuerpo mucoso y sin escamas. Sin embargo su característica más llamativa son sus “bigotes”, seis barbillones peribucales que dan a los muchos peces de su familia el sobrenombre de peces gato.
El peligro de esta especie está muy vinculado con su tamaño: es un depredador voraz que amenaza a peces más pequeños y a invertebrados como cangrejos. Incluso supone una amenaza para aves acuáticas como los patos (o cualquiera que tenga la poca fortuna de encontrarse en la orilla).
Se trata de un pez originario de los ríos de Europa central y oriental, pero introducido en ríos de la Península en la segunda mitad del siglo XX. Si bien fue introducido para su pesca deportiva, pronto se convirtió en una amenaza para las actividades pesqueras al diezmar las poblaciones de otras especies.
En alerta desde 2011. Habitual ya en las aguas del Ebro, el primer avistamiento de esta especie en la cuenca del Guadalquivir se realizó en 2011, cuando se detectó un ejemplar en el embalse de Iznájar. La Junta de Andalucía prohibió desde entonces la captura de esta especie en el embalse pero no cuenta con un plan de erradicación.
Plan de vigilancia y control. La especie ha sido ahora detectada en aguas del bajo Guadalquivir, lo que ha preocupado a autoridades y grupos ecologistas. Esto ha motivado un estudio impulsado por el Ministerio para la Transición Ecológica (MITECO) y coordinado por la Universidad de Córdoba. En él también participan la Universidad de Sevilla y el Instituto de Formación e Investigación Agraria y Pesquera de Andalucía (IFAPA).
El objetivo es, explican desde la agencia EFE, localizar dónde habitan los ejemplares de esta especie y crear un protocolo de actuación y control. Los intentos por erradicar esta especie se encontrarían en un momento crítico.
En palabras de Carlos Fernández Delgado, catedrático de Zoología de la Universidad de Córdoba, recogidas por la agencia, “cuando una población está en una primera fase de colonización es el único momento para atacarla y una vez asentada es casi imposible erradicarla”.
Peligro ecológico y económico. Los posibles impactos del siluro no se restringen a lo ecológico sino que también tienen ramificaciones en la economía de la región. Específicamente, los impulsores del nuevo plan de control mencionan el riesgo que la especie supone para el cangrejo rojo de la marisma (Procambarus clarkii, curiosamente otra especie invasora). Esta especie es clave para la industria envasadora local.
Si bien no se espera que esta especie se instale en las aguas muy salinas del parque de Doñana, podría suponer un riesgo si se adentrara en sus aguas, especialmente para algunas de las aves de la zona.
Una especie de tantas. El siluro es una de las docenas de especies recogidas en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras elaborado por el propio MITECO. Abarca especies variadas, no solo animales sino también hongos y plantas. El catálogo no solo recoge especies de la península sino también otras que suponen un riesgo en otras zonas del país.
Esta particular lista de los más buscados incluye algas como el alga asesina (Caulerpa taxifolia) mamíferos como el mapache (Procyon lotor), insectos como el mosquito tigre (Aedes albopictus); y diversos peces además del siluro, como su pariente cercano el pez gato negro (Ameiurus melas), la carpa común (Cyprinus carpio), o la perca de río (Perca fluviatilis).
Hay esperanza. Controlar especies invasoras es una tarea muy laboriosa pero no imposible. Una de las especies más extendidas en España es el plumero de la Pampa (Cortaderia selloana), una planta habitual de las zonas ribereñas en la Península, pero también un huésped incómodo.
En los últimos meses, instituciones y asociaciones lograron limpiar de esta especie 300 hectáreas en la costa cántabra, erradicando unos 2.000 focos en los que esta planta se había asentado. Se trata de un pequeño paso, si bien significativo porque es una de las primeras batallas ganadas en la lucha contra la extensión de esta planta.
Las cosas por ahora no pintan bien en el caso de la expansión del siluro. Sin embargo el ejemplo del plumero de la Pampa puede servir de guía para al menos controlar el daño que especie como éstas puedan causar en nuestros ecosistemas.
Imagen | Dieter Florian
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