La de El Portil es una larguísima playa de arena en la margen derecha de la desembocadura del río Piedras, en Punta Umbría. O, mejor dicho, era. Ayer, un temporal enorme dio el 'zarpazo' casi definitivo a una playa que lleva años atravesando enormes dificultades.
Las imágenes son únicas. El problema, no.
"Nadie haya hecho nada por evitar que nuestra playa se pierda definitivamente". Se quejaban los vecinos de El Portil y razón no les falta. En su caso, de hecho, casi lo único que está impidiendo que el mar "se trague" las casas en primera línea de playa son las escolleras de piedra que han instalado los propios vecinos.
Pese a las promesas, ni la Junta de Andalucía, ni la Dirección General de Costas están siendo capaces de dar una solución a un problema que se ha vuelto recurrente. Y es que, como señala Huelva Información, la única constante es que "año tras año, invierno tras invierno y temporal tras temporal" la playa desaparece.
Eso es precisamente lo que piden los vecinos: "tener la playa que teníamos, cuya arena serviría a su vez para proteger las viviendas afectadas", aunque (señalan en HI) inciden en que su "principal preocupación no son las construcciones en sí, sino la recuperación de la playa". Pero, ¿es siquiera posible?
Las playas nunca han dejado de cambiar. No hay nadie en todo el litoral español más consciente de que las playas cambian que los vecinos de El Portil. Y no precisamente por su playa, sino por la 'flecha del Rompido' una lengua de arena que se extiende en la margen izquierda del río Piedras, justo frente a El Portil y que crece hasta 80 metros al año.
El problema es que una cosa es saber (y ver) que el perfil de las playas "cambia constantemente como respuesta a los cambios del transporte transversal de sedimentos que produce la dinámica marina, especialmente el oleaje". Y otra, muy distinta, es sufrirlo.
Esto no ha cambiado nunca en toda la historia, lo que ha cambiado es que en las últimas décadas nos importa. La llevada del ferrocarril, primero (que permitía jubilar a los balnearios y llevar a la gente a las playas) y la irrupción del turismo de masas a partir de los 60 convirtieron a las playas en un recurso preciadísimo. Uno que, si cambiaba demasiado, podía causar un problema bastante serio.
¿Y qué hicimos? Aplicar fuerza bruta. La construcción de espigones, el relleno anual de playas y la construcción de infraestructuras costeras para 'asegurar' la línea han sido el día a día de nuestra relación con las playas. Eso ha permitido "proteger" espacios de una belleza singular, pero también convertir en entornos paradisíacos a pedregales de campeonato.
En ese sentido, es lógico lo que piden los vecinos de El Portil. Lo llevamos haciendo décadas. Lo que ocurre es que en los últimos años nos hemos dado cuenta de que eso no sale gratis. Como decía más arriba, las playas son equilibrios complejos y hacer cambios (por pequeños que estos sean) producen cambios en todo el sistema.
Por ejemplo, según un equipo de investigadores del Institut Cavanilles de la Universitat de València la ampliación del puerto de Valencia produjo la desaparición de la mitad de las playas de la Albufera. Y la Albufera es un espacio especialmente protegido. Mover una pieza en la costa, conlleva cambios a menudo insospechados.
Las autoridades empiezan a pensárselo dos veces. El mejor ejemplo lo tenemos en el punto intermedio entre Huelva y Valencia: la pedanía polopeña de Castillo de Baños en Granada. Los vecinos de la localidad llevan años pidiendo la construcción de un espolón que permitiría la creación de un playa seca (algo que no puede desarrollarse "de forma natural").
Sin embargo, "la presencia cercana de una pradera de posidonia oceánica, una especie vegetal altamente sensible y protegida, además de otras comunidades de especies en peligro de extinción", ha hecho que el Ministerio de Transición Ecológica tumbe repetidamente el proyecto.
¿En qué situación nos deja eso? Esta es la gran pregunta. La costa española está llena de muchas cosas, pero desde el punto de vista financiero: está llena de inversiones. No en vano, el turismo (y sus extensiones) se está convirtiendo en la gran industria española. Y eso supone una enorme tensión entre la economía y la ecología.
¿Podemos seguir interviniendo el mar para asegurar el estado de las cosas? Pues sí, claro. Pero eso es una carrera interminable que solo puede terminar por convertir el Mediterráneo en un "mar interior". Algo que, con la tecnología actual, es difícil de lograr.
Sin embargo, imágenes como la de la playa de El Portil son una buena excusa para caer en la cuenta de que este problema va a requerir toda una reconversión industrial. Una para la que no estamos ni remotamente preparados.
Imagen | Carmelo Peciña
Ver 3 comentarios