Tenemos un problema con los campos de hierba artificial, pero ese problema no es que la UE los vaya a prohibir

  • Las restricciones se centran en "el material de relleno granular" y se aplicarán en ocho años

  • El sector recuerda que el relleno de las canchas ofrece una salida clave para el reciclaje de neumáticos

La UE le ha declarado la guerra a los microplásticos y en su cruzada ha decidido ponerse seria con elementos que llevan décadas formando parte de nuestro paisaje cotidiano, como la purpurina o ciertos cosméticos, detergentes y, efectivamente, pistas deportivas. Su objetivo no es acabar con los campos artificiales como tales, sino con el material de relleno.

La estrategia y plazos de Bruselas están muy claros.

¿Qué ha pasado? Que Bruselas quiere plantarle cara a uno de los grandes desafíos medioambientales: la sorprendente y cada vez más preocupante proliferación de microplásticos, partículas que los científicos han identificado ya en los lugares más insospechados de nuestro organismo, alimentos e incluso cuevas remotas. Con ese propósitos Europa anunciaba el año pasado una serie de medidas para "restringir" estos fragmentos contaminantes, polímeros sintético de menos de cinco milímetros que son insolubles, resistentes y se "añaden de forma intencional". Desde la Comisión calculan que con su paquete de medidas evitará la liberación de cerca de medio millón de toneladas.

En el punto de mira de las autoridades hay un amplio abanico de productos que abarca desde cosméticos que incorporan microplásticos a modo de exfoliantes o para conseguir una textura determinada a detergentes, brillantinas, fertilizantes, juguetes, medicamentos, dispositivos… y ciertas instalaciones deportivas.

¿Qué instalaciones deportivas? La UE es muy clara al respecto. En el comunicado que publicó en septiembre para anunciar las nuevas restricciones no habla de ninguna tipo de cancha. Su foco se centra en un elemento muy concreto: "El material de relleno granular utilizado en superficies deportivas artificiales". Y se centra en esas partículas, explica la UE, porque suponen "la mayor fuente de emisiones de microplásticos añadidos intencionadamente al medio ambiente".

¿Es todo lo que dice la UE? No. Tanto en la web de la Comisión como en el propio texto de la nueva regulación, disponible online, se aportan algunas pinceladas más sobre el tipo de polímeros artificiales en los que centra el foco Bruselas e —igual o incluso más importante— cuál es el cronograma que maneja.

8 años. A diferencia de lo que ocurre con los cosméticos con microperlas, que sufrirán las restricciones ya de forma inmediata, la prohibición de venta que afecta a las pistas deportivas se aplicará en ocho años, un plazo con el que la UE pretende dar a las administraciones y propietarios un tiempo razonable para buscar "alternativas" y permitir que la mayoría de canchas lleguen al final de su vida útil. En cuanto al tipo de partículas, la Comisión insiste: "Material de relleno granular utilizado en superficies deportivas artificiales".

Pero… ¿Y cuánto costará la medida? Los técnicos comunitarios ya han hecho el cálculo y estiman que las nuevas restricciones, en su conjunto, incluidas las que afectan tanto a las instalaciones deportivas como al resto de ámbitos, supondrán una factura de 19.000 millones de euros a lo largo de las próximas dos décadas. Es una cifra considerable, pero para las autoridades comunitarias "los costes socioeconómicos son proporcionarles a los beneficios medioambientales".

¿Qué supondrá para los campos españoles? He ahí la pregunta del millón. La cruzada de Bruselas es contra los microplásticos y el "material de relleno granular", no contra el concepto de campos de césped artificial en sí. La clave es el impacto que esa restricción pueda tener en el vasto mapa de canchas de deporte base de España. El Confidencial precisaba que a lo largo de nuestra geografía hay más de 10.000 campos de fútbol de este tipo —cada año se renuevan y construyen 400— y señala además lo extendido que está el uso de rellenos de caucho reciclado.

¿Hay alternativas? Para lograr su aspecto, suavidad y ofrecer las ventajas del césped artificial frente al natural, las canchas emplean polietileno con una base de poliuretano o látex que se asienta a su vez sobre arena y granulado que se obtiene de neumáticos reciclados. Hay ya expertos que trabajan en la búsqueda de alternativas al caucho para las pistas deportivas, pero la tarea no resulta sencilla.

Grave problema. "Va a suponer un gran problema para la industria", explica al diario Gallardo Guerrero, catedrática de Educación Física y Deportiva. "Tienen que ser de más de cinco milímetros y sostenibles, al menos de origen reciclado y, a su vez, reciclables, que no se puedan emitirse al medio y controlar su uso", abunda Jorge García Unanue, investigador de IGOID de la Universidad de Castilla-La Mancha.

Sobre la mesa hay propuestas como probar materiales procedentes de invernaderos, eliminar los rellenos para evitar el caucho o replantearlos con opciones de origen natural, como el corcho o la madera triturada. El problema a día de hoy es que plantean también hándicaps importantes relacionados tanto con la calidad de la solución como su propia sostenibilidad. A lo largo de los últimos años hay clubs e instituciones que ya han optado por campos de césped híbrido.

¿Es un debate nuevo? No. La decisión de Bruselas es relevante porque plantea restricciones concretas y aporta un calendario a medio plazo, pero ni el debate de los microplásticos ni desde luego el que gira en torno a los campos de hierba artificial son nuevos. El uso de granulado SBR (caucho estireno-butadieno) en las canchas deportivas ha generado polémica en el pasado incluso por su impacto para la salud de los deportistas. En 2016 las televisión holandesa emitió un documental sobre los riesgos de este tipo de instalaciones e incluso la Real Asociación de Fútbol de Países Bajos solicitó una investigación a las autoridades.

¿Son todo ventajas? El objetivo de la UE es frenar la proliferación de microplásticos, pero el veto el veto al "material de relleno granular" usado en instalaciones deportivas acarrea desafíos importantes sobre los que también lleva tiempo discutiéndose. Hace solo unos meses Signus explicaba a La Voz de Galicia que cerca del 50% del caucho reciclado se dedica al relleno de campos de césped artificial y el sector lleva tiempo alertando de las consecuencias que tendría prohibir el uso de este material en las canchas de césped artificial.

Otra de las claves es que, si bien Bruselas ha decidido que la prohibición no se aplique hasta dentro de ocho años para "dar tiempo a cambiar a alternativas" y "permitir que la mayoría de campos existentes lleguen al final de su vida útil", en España siguen inaugurándose aún a día de hoy campos de fútbol de césped artificial por su atractivo y ventajas frente a las coberturas naturales.

Imágenes | Commons

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*Una versión anterior de este artículo se publicó en octubre de 2023

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