Cuando uno se acerca a las tomateras, lo primero que llama la atención es el vivísimo verde de las plantas y el rojo (si ya están rojos) de los tomates que penden de sus característicos andamios de caña. Lo último, quizás, es el suelo. Y, sin embargo, el suelo que tenemos bajo nuestros pies en ese mismo momento está repleto de señales eléctricas que viajan de una planta a la otra como si de un bullicioso patio de vecinos se tratase.
Dos investigadores, Yuri Shtessel de la Universidad de Alabama en Huntsville y el Alexander Volkov de la Universidad de Oakwood, han realizado una serie de experimentos físicos con la idea de modelizar ese jaleo eléctrico de señales y averiguar si era simple ruido o escondía algo realmente interesante.
Pensar en los huertos como si fueran redes de procesadores
Durante toda su carrera investigadora, Volkov ha estado estudiando la propagación de señales eléctricas dentro de las plantas. Sin embargo, hace un par de años se dio cuenta de que existía una red de hongos micorrícicos (especies que se encuentran en simbiosis con las raíces de las plantas) que se extendían de forma muy llamativa y parecían actuar como un "conector" entre ellas en la biodinámica del suelo. Ahí fue donde Shtessel, experto en sistemas de control, planteó estudiarlo como un circuito eléctrico.
¿Por qué? Básicamente por estudiar la comunicación de las plantas requiere experimentos muy caros y, sobre todo, muy largos. Si "podemos usar el modelo matemático para simular los procesos estudiados en una computadora", nuestro conocimiento sobre el asunto evolucionará mucho más rápido, explicaba Shtessel. Pero, para ello, hay que demostrar que esa modelización es posible (y pertinente).
En primer lugar, hicieron varios experimentos aislando a las tomateras dejando espacios aéreos entre ellas y comprobaron que, por muy cerca que estuvieran las raíces la "comunicación" entre ellas se desplomaba comparada con tomateras que crecieran en un suelo común. Es decir, demostraron que el suelo es el elemento clave que permite conducir las señales eléctricas y que esas señales eléctricas se comportan, analíticamente, como una red de comunicación. Una extensión de las señales internas de las plantas.
La cuestión central ahora mismo es dilucidar qué significan. Como explicaba Volkov, las señales internas están bien estudiadas y se cree que tienen un papel relativamente similar al de un sistema nervioso primigenio. Salvando las distancias, claro. Por eso mismo, es razonable pensar que en contextos como el de las tomateras, se dan procesos comunicativos que pueden tener implicaciones defensivas muy importantes frente a las plagas.
Queda mucho por investigar, pero este tipo de trabajos nos acerca a una agricultura mucho más 'de precisión' que nunca. ¿Quién sabe si en una década estaremos en disposición de hacer correr programas complejos sobre las matas de tomates?
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