Puertos cerrados, trenes suspendidos, cortes de carreteras y ríos desbordados. Con el día de hoy, la Comunidad Valenciana cuenta ya diez días de lluvias ininterrumpidas que ha puesto del revés la vida de la región y, de paso, la de todo el país. Pero diciendo esto corremos el riesgo de no entender la dimensión histórica del momento: marzo no sólo está rompiendo todos los récords, es que ha situado a Castellón entre los lugares más lluviosos del hemisferio norte.
Diez veces más de lo normal. Y es que se espera que marzo de 2022 sea uno de los más lluviosos de la Comunidad Valenciana desde que tenemos registros. En lo que llevamos de mes han caído más de 500 litros por metro cuadrado en algunas zonas. Es decir, diez veces más de lo normal (que se sitúa entre 30 y 50).
Pero eso no es nada. Porque solo el día 21 de marzo, algunos puntos llegaron a acumular 300 litros por metro cuadrado. Esto es, llovió tanto que Castellón se coló en el TOP10 de lluvia del hemisferio norte, solo por detrás de un puñado de localidades chinas donde ha debido de caer el diluvio universal.
¿Qué ha pasado para encontrarnos con este "diluvio mediterráneo"? Como os hemos comentado en alguna ocasión, este "tren de borrascas" que hemos encadenado es producto del anticiclón que lleva días asentado sobre el norte de Europa alterando las dinámicas atmosféricas habituales. La consecuencia es que todas las borrascas deberían estar entrando en Europa, se están desviando hacia el suroeste del continente, hacia nosotros. El resto lo hace la especial estructura geográfica de la costa mediterránea que, como sabemos, es un caldo de cultivo perfecto para las lluvias torrenciales.
Necesitábamos un "milagro", tenemos (casi) un "milagro". Y seguirá lloviendo durante lo que queda de semana. Ya solo queda hacer recuento y ver si podemos aprovechar toda esta agua para aliviar la sequía que llevamos arrastrando los últimos años. No obstante, es poco probable que vaya más allá. Como ocurrió en 2018, una primavera especialmente húmeda puede suavizar las consecuencias más duras del estrés hídrico; pero ni puede resolver un problema que va camino de arrastrarse durante diez años, ni tenemos la infraestructura suficiente como para aprovechar las lluvias torrenciales.
Imagen | Jose Miguel Fernandez de Velasco/GTRES
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