Se pone el sol en Coimbra y un ujier se acerca a la puerta del gigantesco paralelepípedo rococó del patio de la Facultad de Derecho. Le da la vuelta al cartel de cerrado y gira el pestillo. Dentro del edificio, el resto de trabajadores desenvuelven unas enormes fundas de cuero viejo y las colocan sobre las estanterías, mesas y mobiliario. Abren las ventanas, conectan las alarmas y se van a casa.
A la mañana siguiente, antes de que la Biblioteca Joanina con sus 70.000 libros (muchos de ellos de antes de 1800) abra sus puertas, los trabajadores volverán al edificio, retirarán las fundas y recogerán los excrementos del suelo. Desde al menos el siglo XIX, el bienestar de la biblioteca depende de un delicado equilibrio entre cultura y naturaleza: cada noche, dos colonias de murciélagos campan a sus anchas por las estancias barrocas de la Joanina alimentándose de decenas de tipos de insectos "bibliófagos".
El delicado equilibrio entre la naturaleza y la tecnología
Según el investigador lisboeta Jorge Palmeirim, que ha pasado mucho tiempo estudiando la colonia, cada murciélago puede llegar a cazar en una sola noche medio millar de insectos que sobrevuelan entre los ejemplares. No es suficiente para alimentarse, por eso salen al exterior; pero siempre vuelven. Esa ha sido una de las claves de la excelente conservación de manuscritos pese a que la compleja arquitectura de principios del XVIII deja centenares de vías para que se cuelen los insectos.
"No sabemos cuántos hay", explicaba António Eugénio Maia do Amaral, el director de la biblioteca al diario Hoy. "Son dos colonias, de pocos individuos, bastante pequeñas si hacemos caso de los sonidos que hemos conseguido grabar durante la noche. Imaginamos que los murciélagos llevan viviendo en la Biblioteca Joanina al menos desde finales del siglo XVIII. [Y lo sabemos porque] por esa época, empiezan a figurar entre los gastos corrientes de la institución adquisiciones de cubiertas de cuero para las mesas, que aún hoy se usan durante la noche con el objetivo de protegerlas de los desechos de los murciélagos"
Así es como durante dos siglos, amenazas tan serias como la carcoma (Nicobium castaneum) o los pececillos de plata (Lepisma saccharina) se han podido mantener a raya. Desgraciadamente, con el crecimiento de la colección (y el añadido en las últimas décadas de dos pisos subterráneos de depósitos y salas de trabajo) han hecho que las colonias no sean capaces de proteger el incalculable patrimonio de la biblioteca.
Por eso, en 2017, la Joanina se vio obligada a adquirir una cámara de anoxia donde depositar los libros para su desinsectación periódica. Aun así los bibliotecarios siguen cuidando de las colonias, protegiendo el delicado equilibrio que ha sostenido la biblioteca desde hace 200 años. Esta parece cada vez más la imagen del futuro: un lugar donde tecnología y naturaleza trabajan para construir un mundo mejor.
Imagen | Nils Bouillard
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