Hace pocos días descubrimos el increíble impacto que puede tener la intervención humana en los ecosistemas. Tal es así, que la acción de un solo hombre había cambiado una de las zonas más peligrosas de Sao Paulo. Sin embargo, la naturaleza es tan fascinante que tiene mil y una formas para avanzar sin la necesidad de terceros. Y de entre todos sus fastuosos trucos, pocos como la evolución que han seguido unas semillas capaces de dispersarse solas. Un descubrimiento en China pone fecha a esta evolución.
El anuncio. Un equipo de investigadores de la Universidad de Pekín ha publicado un trabajo en eLife donde detallan el descubrimiento de una de las semillas aladas más tempranas jamás conocidas (la segunda para ser exactos) en el interior de una mina de China. El estudio proporciona información valiosa sobre los orígenes y la evolución temprana de las estrategias de dispersión por el viento en las plantas.
Esta es precisamente la respuesta a muchas de esas escenas que solemos ver en un viaje en coche o tren por el campo, con "paredes" casi verticales de pinos y otros árboles sobre montañas totalmente inaccesibles para los humanos.
La intrahistoria. Si retrocedemos en el tiempo, durante el período Fammenniano, más de 300 millones de años atrás, las plantas iniciaron una “revolución” en forma de mecanismo: aparecieron las semillas, y con este desarrollo la evolución cambió dejando atrás la reproducción basada en esporas. Pero había un “problema”: ninguna de estas plantas era capaz de adaptarse a una dispersión por el viento. Dicho de otro modo, su expansión era complicada.
Y entonces aparecieron poco después las semillas aladas, las cuales han evolucionado como una estrategia eficiente de dispersión para muchas plantas a lo largo de millones de años. En entornos competitivos, estas semillas desarrollaron estructuras en forma de alas o membranas que les permiten aprovechar el viento para desplazarse lejos del árbol madre, aumentando así sus posibilidades de germinar en un nuevo espacio con menos competencia.
Evolución y diversidad. Este tipo de dispersión es particularmente común en árboles como el arce, cuya semilla es conocida como sámara. Al caer del árbol, las semillas giran como hélices, lo que les permite recorrer largas distancias. Hay más, por supuesto, como los pinos, cuyas semillas están rodeadas de membranas ligeras que las mantienen flotando en el aire.
Dicho esto, para los investigadores siguen existiendo dudas sobre cómo evolucionaron este tipo de semillas, y cómo se adaptaron mejor unas que otras. El nuevo trabajo viene a rellenar parte ese vacío del conocimiento.
El estudio. Como cuentan, el hallazgo detalla la segunda semilla alada más antigua conocida, la Alasemenia, de la época del Devónico tardío, hace aproximadamente entre 360 y 385 millones de años. Los autores utilizaron un tipo de análisis matemático cuantitativo para demostrar que estas semillas de tres alas de Alasemenia están más adaptadas a la dispersión por el viento que las semillas de una, dos y hasta cuatro alas.
Según el autor principal Deming Wang, las semillas de plantas más antiguas conocidas datan del Devónico tardío. "Este período marca un hito evolutivo significativo en la historia de las plantas, ya que pasaron de la reproducción basada en esporas, como en el caso de los helechos y los musgos, a la reproducción basada en semillas. Sin embargo, se sabía poco sobre la dispersión eólica de las semillas durante este período, ya que la mayoría de los fósiles carecen de alas y suelen estar rodeados por una cúpula protectora”.
Una mina. Este esfuerzo por aprender más sobre el desarrollo de la dispersión eólica fue precisamente lo que llevó al equipo de Wang a aventurarse a la mina Jianchuan en la Formación Wutong en Anhui (China). El enclave no es baladí, ya que allí se habían encontrado semillas fosilizadas anteriormente. Al recolectar muestras en la zona, dieron con algunas semillas que no reconocieron, cada una de 2,5 a 3,3 cm de largo y sin cúpula.
Un estudio posterior más detallado mostró que las semillas estaban cubiertas de tegumento, que, cuando se doblaban hacia atrás, daban lugar a tres estructuras o lóbulos similares a unas alas. Estas alas se estrechan hacia las puntas y se curvan hacia afuera, creando estructuras anchas y aplanadas que habrían ayudado a las semillas a atrapar el viento. Finalmente, pudieron datar las semillas en 365 millones de años, lo que las convirtió oficialmente en las segundas semillas aladas más antiguas jamás encontradas, unas que el equipo bautizó como Alasemenia.
Un “viaje” más estable. Y si te estás preguntando cuál es la diferencia entre tres alas o menos (o incluso más, como cuatro), el estudio también tiene la respuesta. Al parecer, intrigados por el número de alas, los investigadores compararon la probable capacidad de dispersión con otras semillas aladas primitivas que tenían dos o cuatro alas.
Curiosamente, descubrieron que tener un número impar de alas, como en la Alasemenia, otorga una velocidad de giro más estable y alto a medida que las semillas descienden de sus ramas, lo que les permite atrapar el viento de manera más efectiva y, por tanto, dispersarse más lejos de la planta madre.
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