El libro fue publicado en 1642 tras la muerte de su autor
En él se mezclan descripciones e ilustraciones de seres mitológicos con casos clínicos y veterinarios reales
Los monstruos son criaturas imaginarias que por su aspecto o por su carácter infunden miedo en las personas. Pero hubo un tiempo en el que el mundo y el ser humano estaban a medio explorar, tiempos en que los monstruos no eran lo que son hoy en día. Tiempos en los que animales exóticos podían ser vistos como tales, pero también las personas.
La ciencia, el método científico, no surgió de un día para otro. Su origen está en las primeras etapas de la “edad moderna”, al menos en Europa. Además de inventos como el telescopio y el microscopio que permitían a los “filósofos naturales” observar mejor su entorno, inventos como la imprenta también fueron instrumentales para esta revolución.
Y es que para comprender el mundo que nos rodea es importante observarlo, describirlo, y a veces catalogarlo. Si no hubiera sido por este proceso probablemente no contaríamos con aportaciones como las de Darwin, que vio en sus viajes las pruebas de la evolución adaptativa.
Pero también es clave para la ciencia comunicar, transferir conocimiento para que otros puedan contrastar los resultados. Es así que la paja puede separarse del grano, y los monstruos pueden separarse de las criaturas.
Es en este contexto de cambio donde nació el naturalista italiano Ulisse Aldrovandi (1522-1605), y es este el contexto en el que publicó (de manera póstuma) su obra más “monstruosa”: Monstrorum historia o, más concretamente “Monstrorum historia, cum paralipomenis historiae omnium animalium”.
Este “protocientífico” contó con una vida curiosa. Nacido en Bolonia, con apenas 27 años fue acusado de herejía para ser después absuelto del cargo. Tras este evento comenzó a trabajar en la Universidad de Bolonia y llegó a convertirse en un protegido del papa Gregorio XIII (el papa al que debemos el calendario gregoriano).
En las páginas de este libro podemos encotrar imágenes y descripciones detalladas de criaturas mitológicas y críptidos como sirenas, cabras con rostros humanos, harpías, sátiros, dragones y otros monstruos. Hoy en día sabemos que estos seres pertenecen al reino de la imaginación y de la literatura, pero en este tratado comparten páginas con casos reales.
Por ejemplo, podemos encontrar varios ejemplos de bicefalia. La bicefalia es un fenómeno más común en unos animales que en otros. Aldrovandi menta en sus páginas a la serpiente bicéfala. Las serpientes están precisamente entre los animales donde más casos de bicefalia se han documentado a lo largo de la historia.
En las páginas del libro la medicina contemporánea ha encontrado casos que podrían corresponder a afecciones como la neurofibromatosis. La neurofibromatosis hace referencia en realidad a tres dolencias, cuya vinculación es la producción de tumores generalmente benignos en distintas zonas del cuerpo.
Una de las copias que perviven de la edición original de este libro se encuentra en el Centro de Documentación de Canarias y América (CEDOCAM). La vinculación entre el archipiélago y el libro también viene por otro “estudio de caso”: el de Don Pedro González y sus hijos.
González padecía lo que hoy denominamos síndrome de Ambras o hypertrichosis universalis congénita. Esta dolencia genera una producción anómala de pelo, que causaba que el rostro de estas personas quedara cubierto por una capa de vello.
Monstrorum historia fue editado de manera póstuma en el año 1642 por Bartolomé Ambrosini, discípulo de Aldrovandi y su sucesor como director del Jardín Botánico de la Universidad de Bolonia. Este libro es tan solo uno de los volúmenes de una obra mucho mayor una enciclopedia (o quizá de nuevo deberíamos utilizar el prefijo “proto”) de 13 volúmenes en el que Aldrovandi y sus discípulos pretendían compilar el saber humano.
La Real Academia de la Lengua, en su Diccionario de la lengua española (DLE) recoge una segunda acepción de la palabra “monstruo” muy similar a la que utilizábamos como punto de partida. Sin embargo la primera acepción del término, “Ser que presenta anomalías o desviaciones notables respecto a su especie,” podría ser ajustarse al tratado de Aldrovandi tanto como la otra.
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Imágenes | Ulisse Aldrovandi
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