El "anillo de fuego" es una de las zonas con mayor actividad sísmica del mundo
Un nuevo estudio centrado en un área de Japón nos permite entender mejor sus dinámicas
Predecir los terremotos es probablemente uno de los mayores retos de la geología contemporánea. Los movimientos sísmicos de cierta intensidad, aunque raros, pueden causar significativos destrozos y poner en riesgo la vida humana e incluso alterar nuestro entorno natural. Muchos de estos perjuicios serían evitables si pudiéramos adelantarnos a su estallido.
Adelantarse al terremoto. Ahora un equipo investigadores ha llevado a cabo uno de los estudios sísmicos más detallados realizados hasta la fecha. Un estudio que, explica el equipo, podría ayudar a comprender mejor qué ocurre bajo tierra antes de un terremoto, lo que podría ayudarnos en un futuro a predecirlos.
El análisis ha hallado un lazo entre la fuerza de la falla y la magnitud de los terremotos en ella, explica el equipo. Esta relación podría indicarnos en qué medida una región puede encontrarse cerca de experimentar un seísmo de gran magnitud.
En el anillo de fuego. El estudio ha sido realizado por un equipo japonés de científicos. Japón está situado en el “anillo (o cinturón) de fuego del Pacífico”, una de las zonas con mayor actividad sísmica en el mundo. Se estima que el 90% de los terremotos en nuestro planeta ocurre en esta región según el Servicio Geográfico de los Estados Unidos (USGS), lo que implica decenas o cientos de miles de terremotos al año.
En su mayoría se trata de pequeños terremotos, pero la sombra de los grandes terremotos como el terremoto de Valdivia de 1960 o el que causó el tsunami que arrasó con Fukushima en 2011 se encuentra siempre presente en la región.
Valor-b. Los resultados sugieren que la fuerza de la falla afecta al valor-b, una constante utilizada en sismología para denotar la relación entre frecuencia y magnitud de los terremotos en un área. Con ello resulta más fácil estimar la probabilidad de ocurrencia de uno de estos grandes terremotos.
“El valor-b es una constante muy importante en la sismología que caracteriza la relación entre frecuencia y magnitud de un terremoto,” explicaba en una nota de prensa Satoshi Matsumoto, coautor del estudio. “Si hay un valor-b bajo, esto implica que hay una mayor proporción de grandes terremotos, mientras que un b-valor alto significa una mayor proporción de terremotos pequeños.”
1.000 localizaciones. En su estudio, el equipo estudió el entorno cercano al epicentro de un terremoto ocurrido en el año 2000 en la zona oeste de la prefectura de Tottori, un terremoto de una magnitud de 7,3. Colocaron 1.000 sismógrafos en un radio aproximado de 20 km alrededor del epicentro, lo que permitió alcanzar un nivel de precisión “sin precedentes”.
Con ello el equipo pudo estudiar los más pequeños movimientos en las fallas, e incluso la orientación de cada una de estas fallas. Esto a su vez sirvió para estimar el campo de estrés, las diferentes direcciones en las que el estrés se manifiesta en las fallas cuando estas liberan su energía.
El hallazgo. Si estos campos se orientan de forma favorable la falla libera energía con más facilidad, lo que implica que se trata de una falla débil. Orientaciones menos favorables la convierten en una falla fuerte, más capaz de almacenar energía que será liberada bruscamente en un terremoto de gran magnitud. Los detalles del estudio fueron publicados en un artículo en la revista Nature Communications.
El “santo grial”. El equipo responsable del estudio considera que este nos acerca un poco más a lo que denominan el “santo grial” en su campo: la posibilidad de predecir terremotos. Aunque aún no podamos realizar previsiones, conocer cómo acumulan fuerza las fallas y en qué grado pueden hacerlo puede ser de gran utilidad para saber en qué momentos y lugares debemos prestar más atención.
Y quizás algún día, seamos capaces de adelantarnos a los grandes terremotos. Aún queda mucho para ello.
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Imagen | USGS
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