El vino español está en un callejón sin salida y los expertos empiezan a plantear lo impensable: arrancar miles de hectáreas

El ministerio descarta los arranques, pero en Francia ya proyectan eliminar 30.000 hectáreas de vides

"Hay que arrancar viñas porque es la manera de dignificar los precios de la uva y el vino en Rioja". Con esas palabras se desmarcaba el prestigioso enólogo Juan Carlos Sancha. Y no fue un exabrupto: hacía semanas las organizaciones agrarias venían avisando que los precios de la uva iban a quedar por debajo del coste de producción y, de hecho, la consejería riojana de Agricultura acabó por confirmarlo a efectos prácticos.

De hecho, el runrun viene de antes. El mismo Sacha lleva años pidiendo medidas enérgicas para hacer frente al "caos" del vino de La Rioja con el apoyo de muchos de los actores. "Deberíamos empezar ya a pensar en un Plan de Arranques Voluntarios en suelos inadecuados", defendía a finales de 2023. Y no está solo.

Uno de los grandes gurús del vino, Tim Atkin, ha defendido que, siguiendo el modelo seguido por Burdeos, en La Rioja habría que arrancar unas 10.000 hectáreas de viña. Por su lado, la Asociación de Bodegas de Rioja Alavesa propuso "arrancar el 10% del viñedo plantado en los últimos 10 años" en zonas "sin vocación vitícola".

Y, aunque hablaba en términos globales, el mismo presidente de la Organización Internacional del Vino, Luigi Moio, defendió en Logroño en septiembre de 2023 que "el arranque de viñas era algo inevitable".

Sin embargo, el ministerio descarta el arranque. Hace unos días, Annie Genevard, ministra francesa de agricultura, decía que el sector vitivinícola de su país cree que hay que arrancar 100.000 hectáreas de viñas (y ya han puesto un proyecto para arrancar más de 30.000). Y como lo decía en una reunión de ministros de países miembros de la Organización Internacional de la Viña y del Vino, la pelota le llegó a Luis Planas, el ministro español de agricultura.

Planas, rápidamente, se desmarcó de la medida diciendo que "cada país tiene su propia problemática y sus propias soluciones, hoy por hoy". En el caso español, explicaba el ministro, los "problemas puntuales" se han solucionado "lanzado programas de ayudas a la vendimia en verde, para reducir la producción, y a la destilación de vino, para recortar las existencias en las bodegas". "Si hicieran falta más medidas, se tomarían", pero "este no es el caso".

"No es el caso", pero el problema empieza a ser endémico de España. Hace unos meses se defendía arrancar miles de limoneros para que el mercado se encontrara en equilibrio. Es algo que pasó con los naranjos, con los almendros y con los olivos; es algo que está pasando con el aguacate. Los motivos son complejos (económicos, ecológicos, mercantiles o demográficos), pero el resultado es el mismo: algo está cambiando y no está muy claro cómo podemos adaptarnos a él.

No lo tenemos muy claro porque los retos son enorme. El dato más claro para entender que el sector primario español no lo está haciendo mal, pero no está haciendo lo suficiente es que la producción española ha crecido un 10% desde la gran crisis financiera, mientras que el bloque de países del Este lo ha hecho cerca de un 85%.

Parte del problema está en Bruselas, en Madrid y las respectivas capitales autonómicas, sí; pero el cambio de juego es mucho más profundo. Poco a poco, "los gigantes del sector ganan más", mientras que las pequeñas explotaciones luchan por sobrevivir. En realidad, no es el vino: es que tenemos que decidir qué potencia agrícola queremos ser y empezar a

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